29/8/12

MICRO-LETANÍA DESDOBLABLE / SHORT UNFOLDING LITANY Ana Hatherly


Mi nombre es YA
My name is NOW
Yo grito el resto del resto
I cry out the surplus
La ciencia de la perspicacia
The science of sagacity
El jardín pasional del alma
The passionate inner-garden
La elección de la mejor parte
The choice pick
Mi nombre es acción: ANA ANA
Mi name is deed: ME ME
Cuándo fue que dije noli me tangere
When did I say don’t touch me
El lenguaje del ser no son palabras
The language of being is wordless

Traducción de Sergio Ernesto Ríos

22/8/12

Brazuca/ Sergio Ernesto Ríos




fociño

por qué no puede me entender está batiendo las calzadas reparando las nubes y se vuelve lata el vuelvelata sólido encaré y le dije de tal su vagabunda su venado su ningunopresta va solo estame oyendo voy a batirlo su macaco su macaco viciado vea como queda viciado con la batata meciendo los dados su atrapaperros su quilateblanco va aprender a me obedecer su podre va solo a la cadena


  

incríble

fumar baseado es muy joya machucar los criminosos no se da cierto cara viene de tanque fusil de bomba agá venimos de quebra quebra venimos no de paraisópolis para sumir de mi vida y dice perroconisladediamante y dice agá ka venimos de cobradevidrio clasificado de pardo y fuerte no atornillarse no aparentando ir para el infierno mismo no el quebrafacón y dice ni nada de quemarropa también nada también no esquenta ahí







abestaliado

juan ninguno juan nadie lobón no precisa hablar vuelvecometa  vuelvelagunaoro  vuelvepueblodesimportante tome vergüenza mujer tu bestera tu gallinadepaja yo no di ala para esa gallina y su garupa en cámara lenta ahí ya era adonde qué que adonde qué que a qué llamar de músicas safadas es sacanaje  es lo que liga el fierro en la muñeca pisó en la bola bum pisó en la bola bum esa es la ley




bienviendo

que yo soy su criminoso su salidadelacabeza  su quimbundo mente zulú sacerdotesemecés cuadrilia del robot pilantra está óptimo periferia al cubo código fatal fase de la muerte orden propia en cuanto el diablo esfrega un ojo criollo dolido sistema negro locodepiedra sampacru clones de la costa magoada casco de capataz tu negocio es grana


  

clan

mi calibre samurai quedó experto mi revide mi urubú neumático esa es chapa esa es tapa en la pantera diez mandamientos de la hora larga la bicha larga su baratizada larga la finoria su tríplice y muere enamorando a la viuda gallinapelada mi segura mi farofa con bigotitos de rata salve mi calibre salve los urubús son mis recientes vuelvecometas




papo de viento

cascón no es capacete yo acredito en casco espacial comer lo que el diablo amasó ahogar el ganso un yacaré motorista un urubú pilotista todo llanto tiene hora cascón no es capacete jalea general en escaraviejos genitalia peluje sagital gran bestia es cutucar al león con vara corta




simiente

quilateblanco encéfalo va conmigo quebracabezas y garupatizado raciones de cosa buena curvas trepaderas curvas telépatas robot operário de la fábrica dom aveso el diablo a cuatro el diablo a siete el diablo a trece robot operário de la fábrica dom aveso mente engatillada archivo muerto cadastrese en quilateblanco quinta fiera cámara lenta nubes de caranguejos sobre el cielo lotado 


  

perigozo

y ahí es lo siguiente un monte de ofídicos sabe un monte de ofídicos machofemea en esa fita isoladora largando los fociños para atrás botando el terro en el baúl nudotizados capacetizados labirintizados  sabe es allí que la gente va a posar en atrapacanes y jugo de azo en atrapacanes y jugo de truta  en atrapacanes y jugo de chacina y su veludo sabe no vuelve más a granfofoca



Nota

Brazuca es una lengua en menoscabo, mala traducción del portugués y español furado que no aspira a significar –Deus ex Machina– en todo caso enredarse al sonido de ciertos canales epilépticos, asperezas, repeticiones, escarceos para negar la mendicidad de todo capataz del sentido.





Publicado en "La tempestad", 85,  agosto de 2012.

14/8/12

Acerca del Instante y el Espacio (o del Ser entendido como transparencia) / Rogelio Saunders



Como en un bodegón flamenco, dispuestos
sobre una mesa (una mesa
imaginaria, que es
y que no es: un plano
de consistencia
): papas
fermentadas por el calor,
diminutos quelonios de color de ciénaga,
el acre olor insituable del verano.

Arriba: la viga inmóvil.
El denso espacio vacante y su oro,
su incandescencia, su silencio.
Muertos locuaces congelados por el ardor,
por la impaciencia que selló sus párpados
como se sella una carta que nadie ha de recibir.
Allí, en el cenador acristalado,
con sus diez mil reflejos que son
el éxtasis del sol, su despedida, su ausencia.
Allí la luz es cristal (triángulos, hexágonos, fragmentos),
rayos detenidos en pleno movimiento,
e infinitamente en movimiento en forma
de zigzagueantes y agudos centelleos: la catedral
estallando sin fin como la voladura
de la cantera en piedra que ilumina:
piedra hecha de luz y luz petrificada.
Allí el sol es el hueco negro de un sombrero.
Nunca más el disco de lava puntual,
la asombrosa derrota del crepúsculo.
La hueca luz es ahora providencia y casa de espejos.

Los que danzan en el césped verde
(que a veces es violeta y también rojo)
son habitantes de un país de ensueño: ingenuos
                              holandeses
con sus trajes polícromos de la Edad Media.
Más que bailar, levitan.
Levitamos con ellos, fascinados
por ese pintoresquismo familiar,
por esa otredad entrañable que tal vez
es la del teatro de sombras o de marionetas.
Fábula mítica hecha de mimbre y paño.
De colores puros y del olor de la madera
recién cortada, recién bendecida, recién barnizada.
Olor del invierno esta vez, donde el calor
es igual a la intimidad y el vino
a las palabras que todos piensan y que nadie pronuncia.
Sonido de campanitas lejanas,
de cuentos de Navidad (subyugantes y horribles),
y de los altos abetos y de los hombres de paja,
con la pálida luz de las colinas y el río que transcurre
                             –opaco, doloroso–
bajo el arco de un puente que vimos o soñamos.
Suizos, daneses, luxemburgueses y noruegos,
con gordas caras sonrosadas de viejas sirvientas
como si fueran los entes (coloridos y risueños)
en los que el sol, allende el sol, se ha transformado.
Mundo de tela que habla.
Mundo contrario y el mismo.
Aquí, la noche. (¿La misma?)
El bodegón flamenco donde el calor es el frío,
la humedad infinita de lo olvidado.
El barroquismo de la nada, la acumulación
incesante de lo imaginario.
Allí donde no hay nada, todo es posible.
Lo imposible se retira, el sol se oculta
en el clímax del sol, en la sobreabundancia
de lo imposible.
No hay sol: nada es imposible.

Dos cambistas se inclinan
sobre sus manuscritos contables.
No la historia de la óptica, sino el rojo.
La precisión del detalle, la espesura de los signos.
Astucia o sutileza
infinita del gesto. Espacio
que nos atrae como un abismo cuya substancia
es el color inmóvil pero vivo:
el contorno trazado por el vértigo
de lo natural hecho sobrenaturaleza.
El naturalismo, bien entendido, es eso:
un vértigo como una scienzia,
una ignorantia como un conocimiento,
una fe en los ojos como una ceguez homérica.
Ciegos, nuestros dedos irradian un contacto divino.
Ciegos, también, cuando nuestros ojos palpan.
Ojos que recorren la imagen como un cuerpo.
Dedos que subtienden el cuerpo como imagen.
¿Acaso no hay, en una sola
gota de agua, infinitas gotas?
Pintar el mar gota a gota: intención
admirable, propósito imposible.
Pero la lluvia está allí, cayendo sobre el puente
con sus rectilíneas agujas convencionales:
hipóstasis absoluta del grabado y madre
de la caricatura cómica o del dibujo animado.

¿Cómo hacerlo?
Enloquecer es hacerlo.
Los remolinos del sol como rehiletes
de fuegos artificiales. Como incendiados
pozos de petróleo en la noche del Mediterráneo.
Sí, la noche.
El frío sonriente volviendo con su salmodia irrechazable.
La hierba violentada por un zumo
primaveral que va fundiendo la escarcha
bajo los pies descalzos y deseosos,
palpitantes como las piernas que los guían
hacia no se sabe qué espasmo último del invierno
que aplacaría al corazón incesante y melancólico.
Nada lo calmará. Nada puede calmarlo.
Su carne es de la noche y la noche
es el día absoluto, la transparencia sin nombre.
La imagen que, impura hasta el aborrecimiento,
ya no puede ser más pura, más intensa, más directa.
Hay un momento del color en que todo concepto culmina.
El estatuto del tiempo se realiza en la atmósfera.
Es esto: la fermentación estática
de los oblongos objetos en la hendidura del instante.
Cosas que son seres y seres que son cosas.
La suspensión que indefine lo derogado y lo vivo.
Hoy, ahora, ayer: imaginarios.
Mañana: imaginario.
La densidad impalpable del espacio vacío,
del espejo vacío, de los ojos vacíos.
(Y ese cuerpo absolutamente vacío,
¿acaso no es la imagen?
Cuerpo negro de la luz,
sol negro del día devuelto a su intimidad sin origen,
a su pregunta infinita, a su vértigo y su nada.)
Como si mirar
fuera siempre más que mirar,
y oler fuera más que oler.
Como si todo fuera siempre más y este más
lo hiciera desbordarse y pudrirse y autofecundarse.
Dar a luz el pozo en que la luz
muere y nace, instante contra instante,
como un desierto de piedra en que toda
sombra es presencia,
canto fúnebre del sol, eternidad del eclipse.
Todo dios fue ya siempre descalificado por el hombre.
Todo instante, sustituido por un acto.
Una circularidad vertical resume todo reflejo.
El ojo-observatorio es plano como un sonido
aplastado lúdicamente sobre su propia resonancia.
Ese vasto espacio cómico de la música.
Vasta tierra invisible de la desnaturalización inmóvil.

Allí los objetos dormidos,
inverosímiles entrecruzamientos del futuro.
Rayaciones de niebla sobre sórdidos,
inútiles, descoloridos fragmentos artesanales,
como dedos veloces tras el cristal opaco.
El salvaje reclina la cabeza.
En el bodegón, ¿es siempre la misma hora?
Todo vacila, todo duda.
El centelleo de la letra: el arcaísmo
indefinible de lo impreso. La Historia
como una calavera de azúcar envuelta en celofán tardío.
El ilusorio objeto que vela (o que transfirma)
el ojo dorado e incesante del Fenómeno futuro.

Es esto lo que late
a veces detrás de la frente, como un ala.
Esto y los relámpagos
inconclusos e imperfectos de figuras
que no podemos identificar
que no podemos retener,
pero que nos dejan un sabor pertinaz de incognoscible
con su cartograficación absoluta y momentánea.

No la peripecia, sino el diminuto
cristal de hielo que se solidifica
y se evapora. Intenso y doloroso
como un latigazo. ¿Dónde estamos?
La nostalgia (como la voluntad) es un instrumento.
Pero también es un método, un artificio y una técnica.
El llanto mismo es motivo de contemplación con su sabor salado.
Que nos recuerda al mar que nos recuerda el enigma
                              de lo inmenso,
que es el mismo de cada gota y cada ojo.
¿Dónde hay más soledad que en el oleaje infinito?
Inmóviles y en perpetuo movimiento.
El ego no está allí, como el sol
no ha estado nunca sobre nuestras cabezas.
Todo es más complejo y menos complicado.
Más sencillo y menos simple.
Más evidente y menos verdadero.
La seguridad del sonámbulo (dijo alguien alguna vez)
proviene de que sus percepciones
no son interferidas por ninguna sensación,
por ninguna enseñanza, por ningún significado.
Esto hay que dejarlo resonar, inconcluido.
Como sucede con la palabra realidad
una vez que se ha suprimido el énfasis que la hacía posible,
equivalente del ur y representante del Edicto.

Es aquí, extrañamente aquí.
No un aquí sin ahora: algo más extraño.
Un vuelco de los ojos
hacia la insubstancialidad de los dioses.
Una apertura de la mente
hacia la ausencia sin límites.
Lo demasiado abstracto
es inocente e inquietante como la carne de un niño.
El novum tiene la involuntaria sencillez de una sonrisa.

No será entonces (todavía
cabalgamos en símbolos), pero eso
es lo que puede verse
a través de los objetos,
de las cosas transparentes.
Ya que todo está aquí
                              reunido, envolviéndonos.
Esta atmósfera misma
es el significado del Tiempo.
Mas, ¿dónde está lo desaparecido,
lo que soñamos ayer, el laberinto y el árbol?
El mundo mismo es el espacio vacante,
aunque no podamos comprenderlo.
El simple más que ríe burlonamente en lo oscuro.
El bodegón inmóvil donde todo burbujea,
interrumpido por el parpadeo que subdivide los segundos.
Toda afirmación, allí, no puede ser sino una pregunta.
Como en la metamorfosis sucesiva de los temas
o de los motivos de una sinfonía.
Donde todo se pone en marcha y nada avanza.
Donde todo, sencillamente, se encamina.
No hay movimiento: sólo metamorfosis.
La mitad de un desplazamiento imaginario
y la mitad de esta mitad, infinitamente.
Inter alia: paseos en el spatium.
(Paseos que, en realidad, van desplegando el spatium.)
Entre un pensamiento y otro,
nace la cosa mentale.
El hundimiento de la existencia que hace
perceptible el instante.
Vemos. Pero, ¿qué vemos?
La fermentación fecunda, oímos las voces.
Todo está vivo, hostil o entrañable.
Humano, siempre demasiado humano.
A través de lo inverosímil o de lo fantástica
mente pintoresca de un carnaval en la nieve.
Todo se hunde porque todo permanece.
Todo desaparece porque todo persiste.
Todo está suspendido, navegando en el tiempo.
Disperso como los cristales
de luz del cenador constituido de reflejos
donde el sol es la instantaneidad de lo que no ha sucedido.
Oscuridad cegadora cuya aspersión, siendo infinita, no termina.
No hay centro ni origen.
No hay progreso ni historia.
Pero los dioses
seguirán existiendo mientras exista el sueño.
El sueño es la puerta mágica que nos une
con nuestra cantidad de desconocido.
Suspendidos en nuestra noche
y aún más absortos en el día.
Engendrando la geometría con un ojo
frío y sobresaltado.
El exaltado ojo en éxtasis del Observatorio.
El ojo ciego y vidente, colmado y cóncavo.
El ojo doble y único del instante
y el espacio: cadencia
del vértigo donde nada se mueve.
Vitral transparente de la mente (ese
                              confín de confines),
cuyos pedazos vuelan sueltos en indecisión eterna,
impulsados por el más allá
de su silenciosa insistencia cristalina.
El mismo más allá que ha dado al sueño del mundo
su realidad autosuficiente y dolorosa.
Y por la cual el mundo, siendo la Presencia,
es lo ausente, lo incomprensible, lo inhabitable.
No es que la vida esté en otra parte,
sino que es el mundo mismo el que está en otra parte
estando en todo momento delante de nuestros ojos.
Falsos profetas o locos, conscientes
de una verdad indecible, permanecemos en él.
Ni celebrantes ni cínicos,
ni resignados ni hipócritas.
Simplemente permanecemos en él,
mientras nos nace en el rostro
algo muy semejante a una sonrisa,
pero que en realidad es el movimiento
total y sin consecuencia de la mente que ha comprendido.
Que ha estallado, que ha enloquecido.
Mente girasol o mente remolino,
idéntica al sol-histrión que ilumina artificialmente.
Pero la luz es real (o mejor dicho: transreal)
como la mente que la nombra. Salvo que la mente
es ilimitada: space pantin
que puede confundirse con una claraboya,
con un avance del mar, con un olor indescriptible.
Con todo lo que fermenta,
lo que muere y lo que resucita.
Su permanente despliegue, ya se sabe, es locura.
Pura locura del pintor que se extravía en el detalle.
Y sin embargo, allí están
las cosas transparentes,
las cosas máximas allende la explosión sin tamaño.
Allí está la cabeza del salvaje, balanceándose como un pino.
El testimonio visible del viento
dando contra la ropa tendida,
haciéndola restallar con una resonancia pura.
Eso: la ropa que danza
y el viento que suena.
El instante y el espacio
como el latir de un diafragma.
La huella ensoñada del pintor
desdibujándose en la nieve del cuadro.
Nada más que lo que es (que lo que está):
incesante, transparente, sin límites.

10/8/12

Sisi te ama, Robert Walser / Sergio Ernesto Ríos




Xitlalitl Rodriguez Mendoza (Guadalajara, 1982) también conocida como Sisi, famosa columnista de Dealers que no me maten, acaba de publicar Catnip, un breve volumen con poemas que serán el deleite de los peludos sultanes del hogar, de los desastres nucleares en la patria grande de Godzilla, de los amantes de la nouvelle vague y de los escritores suizos con caligrafía reglamentaria para los ojos de los ácaros.


Sergio Ernesto Ríos: ¿El DF es un alucinógeno permitido? Tu primer libro todavía tapatío nada tiene que ver con Datsun y Catnip, ¿hay razones geográficas para escribir libros con planteamientos temáticos tan extraños: un niño llamado Datsun, homenajes a gatos, apocalipsis mundiales, Robert Walser, Serge Gainsbourg?

Xitlalitl Rodríguez Mendoza: Ja. No lo sé. Parecería que sí, pero bueno, supongo que hay varios factores como el hecho de haber tenido acceso a otro tipo de poesía que no conocía, y a que mucha gente nueva me empezó a recomendar cosas nuevas. No nuevas en el sentido de actuales, sino nuevas para mí. Trabajaba en Tierra Adentro, así que leí muchas cosas que estaban haciendo los más jóvenes. Algunas cosas me volaban los sesos, otras no. Además cambió todo cuando me vine para acá: empecé a trabajar, a vivir sola, a vivir sola en esta ciudad donde, incluso si eres el mejor en el análisis fitosanitario de una hoja de ficus caída en tu ventana, hay como 200 personas mejores que tú en eso mismo. Luego tuve la beca del Fonca y ahí me hicieron una gran crítica... me hicieron entender que hacía falta rigor en mi trabajo y también me presentaron a muchos poetas que ahora me encantan.
Al principio me aterré. Luego me ofrecieron publicar en la UNAM y fue cuando empecé a trabajar en Datsun. Quería hacer algo completamente diferente a lo que estaba escribiendo. Quería hacer a un lado un poco esa idea de la poesía como algo terrible y catastrófico que marcaba mi sino, para ocuparme de historias sin importancia, y plantear esas preguntas y huecos de los que, creo, está hecha la poesía. Supongo que hay menos probabilidades de que alguien se ocupe de las historias de las cosas pequeñas, o de gatos... porque las vemos cada día. Pero también imagino un poco que pasa como los microscopios; una vez que vemos a través de ellos tenemos un paisaje marciano que siempre ha estado ahí, a unos centímetros de nosotros y nunca lo habíamos visto de esa manera. Eso que hace Charles Simic de hacer poemas de los dedos, o de un tenedor o de su Tía Lechuga, me fascina.
Pero definitivamente quería experimentar otros formatos, como el poema narrativo, las prosas con temas diferentes, como los gatos o tomar a esos artistas que me gustan y hacerles un pequeño homenaje a partir de un libro que, definitivamente, deberían de usar todos los talleristas de literatura: El bandido, de Robert Walser.


SER: Datsun recibió buenas críticas, recuerdo verlo en el top ten de los mejores libros de narrativa que hacía Reforma, ese detalle de leerlo como cuentos me saltó mucho, aunque si hay algo de prosa bien cuidada, miniaturista en lo que haces, ¿qué piensas de esa relación manida entre prosa y verso?

XRM: Creo que por primera vez me confronté con mi trabajo. Así fue como nació Datsun. Antes, para mí, escribir era más como una serie de visiones producidas por electroshock o una especie de escritura automática sentada en la silla eléctrica o algo así. Pero esta vez, quería ser clara y contar algo. No que antes no lo hiciera, o tuviera esa intención, pero no me había comprometido tanto para entenderme. Entonces pensé que debía empezar por una historia. Una historia clara, que a la vez pudiera atraer a muchos tipos de lectores, no sólo entre los poetas y mi familia, jejeje. Fue un poco como bajar la guardia.
Y sobre la relación entre verso y prosa... creo que ambos son un vehículo de la poesía, y que si el poema verso es un tren, los poemas en prosa son una bicicleta. Todo depende a dónde quieres llegar y qué tan rápido quieres hacerlo. Ahora que lo pienso, generalmente uso la prosa para hablar de esas historias pequeñas y absurdas de las que hablé antes. Tal vez no hay mucho que decir de un animal decorativo que no sirve absolutamente para nada, como el gato; así que quizá por eso me acomodo mejor en la prosa... siento que si abro el camino a enunciados grandes, saldrán más cosas que decir. Es como un paseo en bicicleta,  un poco más contemplativo y holgazán a la vez.
Por otro lado, el verso me parece más una herramienta para entablar vínculos con esos claros del poema que son independientes a cualquier explicación; hay imágenes o momentos catárticos dentro del texto que no te permiten explayarte demasiado, no tendría sentido, los arruinarías... creo que en esos casos definitivamente son los grandes momentos del verso, los encabalgamientos y todo lo que se puede hacer con ellos.
Y bueno, creo que los versos aguantan más un poema de largo aliento que la prosa. Como que te van controlando el diafragma y las ideas. Ahí tenemos Autobiografía del rojo, de Anne Carson, una hermosísima novela en verso.


SER: ¿Hacia dónde te gustaría llevar tu escritura, cuál es tu poética a largo plazo?

XRM: Lo siguiente que quiero hacer es en contar varias historias de mi familia. Conversando con amigos, pienso que en todas las familias hay acontecimientos trágicos, o simples, pero que deben ser contados porque también forman parte de nosotros, de nuesta identidad. Me sorprende cómo es que yo puedo tener una vida fácil, por decirlo de algún modo, en la capital del país mientras que alguien tan cercano a mí, un tío, fue secuestrado y asesinado en el sur de Jalisco.
Y así hay un montón de historias más. Todas relacionadas con personas que durante mi infancia o adolescencia fueron muy allegados y terminaron con tipos de vida que no concibo que haya. Entonces, quiero hacer poesía para reestablecer vínculos con esas personas y mapear a escala la violencia del país. No la pienso como poesía de denuncia, sino darles un espacio dentro de mi poética. Me gustaría dar a conocer lo que ellos tengan que decir, y además, eso me complementa. Ellos han sido parte mi vida. Después de todo, mi tío Manuel me presentó a los Beatles y a Del Shannon.
Creo que este proyecto tiene para un rato, y después no lo sé.


SER: De tu trabajo en la edición de libros para un fondo gubernamental, qué sensación te deja en tanto maquila de escritores jóvenes, sobre todo como concepto macro de la cultura y la literatura en nuestro país, y en general la oficialización, la burocracia ¿qué cosas cambiarías y qué cosas te parecen bien hechas?

XRM: Creo que Tierra Adentro es un gran estímulo para los escritores jóvenes del país, porque tiene una presencia nacional, y creo que lo mejor de ese programa es que te introduce a la interlocución con otros autores jóvenes: hacen encuentros de escritores y presentaciones colectivas en escenarios importantísimos como la FIL de Guadalajara.
Sin embargo, también creo que de alguna manera, Tierra Adentro no llega a todo tipo de escritores jóvenes. Muchos de los que llegan ahí responden a autores mayores que en su juventud publicaron en Tierra Adentro. De esta manera, determinados círculos de poetas de todo el país son los que conocen esta revista y el Fondo Editorial. Estoy segura de que hay muchos autores que ya han publicado en editoriales independientes que no saben de los beneficios que ofrece este programa.
La burocracia es atroz, como en todas las instituciones de gobierno, y no depende de los titulares del programa, sino de todo Conaculta y la SEP. Sobre la oficialización de los poetas... ¿qué te puedo decir? Supongo que en el fondo todavía creemos ese mito de que el gobierno federal da prestigio, y al lado tenemos el hecho de que da dinero. Poco, pero algo. A veces hay que esperar tres meses para que te paguen dos pesos, y no tienes de otra más que aguantarte. Además, es prácticamente la única vía de que te paguen por publicar poesía en este país.
Afortunadamente también hay editoriales independientes que están sacando cosas increíbles y con un trabajo editorial y de diseño maravillosos.


SER: Frente a la enajenación, vigilancia y control de los medios informativos en el país tú que has trabajado en periódicos y revistas ¿qué opinas de la relación o yugo de medios más política?

XRM: Creo que la política de este país es tan cerda que funciona como un remolito que jala todo hacia su interior. Y como Televisa y los empresarios, quienes verdaderamente tienen el poder, son los que pueden poner periódicos nacionales y financiar canales de televisión, no hay canales abiertos de análisis ni crítica. Es insultante tener elecciones fraudulentas, un presidente electo que ya financió su campaña con dinero del narco y que es un personaje de Televisa. ¡Me da un chingo de vergüenza que haya salido en The Guardian y que no haya pasado absolutamente nada!
Del resto, creo que en las redes sociales se están abriendo verdaderos canales de comunicación y una buena crítica. Pero también es cierto que somos muy pocos los que tenemos acceso a internet, y tampoco sé mucho al respecto, no sé si en verdad se pueda hacer algo desde ahí. Lo que definitivamente me gusta mucho es el acceso a la información gratuita, la exposición que tenemos los usuarios a textos o ideas que no podríamos conocer si leyéramos a Ciro Gómez Leyva.
También me gusta Twitter porque no hay un poder ni nada... es completamente horizontal. Los políticos son usuarios, igual que nosotros. Nunca habíamos podido insultar a algunos de ellos directamente, y eso es muy liberador.


SER: ¿Hace falta un Catnip multitudinario para llevarnos al lado lúdico, imaginativo y de alto voltaje de la vida, qué lugar le otorgarías a la escritura en la realidad a secas?

XRM: Jajaja, wow, sí, deberíamos rellenar la Estela de la Luz de catnip y hacer un mega churro y darnos unos tanques. Por lo menos así serviría de algo.
Sobre la escritura, chin, ya voy a parecer el Guasón de Nolan porque siempre digo algo diferente, pero supongo que las perspectivas van cambiando con el tiempo. Pero de lo que estoy convencida, es del poder que tiene la escritura como testimonio y memoria. Algo que está ahí, que no te permite estar tan solo... La poesía es un eco que alguien deja y que rebota dentro de ti, cuando la lees.
Recuerdo el capítulo de "El náufrago", de Moby Dick, en donde un hombre cae del barco y se queda solo en el océano. Luego lo recogen, pero para entonces ya perdió la razón por haberse sentido solo en la inmensidad, y es entonces cuando empieza a hablar de lo minúsculo que es él en este mundo.
La escritura, para mí, es un pequeño flotador que me salva de tanta chamba que hay que hacer, y tanta gente que hay que perder y extrañar. Y de las cacas malvadas de mi gatita, Sinalefa.


Xitlalitl Rodríguez MendozaCatnip, FETA, Col. “La Ceibita”, 2012.

9/8/12

Tabaquería / Álvaro de Campos


TABAQUERÍA


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo en que nadie sabe quién es
(¿Y si supiesen quién es, qué sabrían?)
Dais para el misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
Para una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
Con la muerte que pone humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de nada.

Estoy vencido hoy, como si supiese la verdad.
Estoy lúcido hoy, como si estuviese para morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Sino una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
La hilera de vagones de un tren, y una partida pitada
De adentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.

Estoy perplejo hoy, como quien pensó y creyó y olvidó.
Estoy dividido hoy entre la lealtad que debo
A la Tabaquería al otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no me hice ningún propósito, tal vez todo sea nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí de él por la ventana de los fondos de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Mas allá encontré sólo yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Mas pienso tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se conciben en el sueño genios como yo,
Y la historia no marcará, ¿quién sabe?, ni uno,
Ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay idiotas locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas  –
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas–,
Y quien sabe si realizables,
Nunca verán la luz del sol real ni encontrarán oídos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más de lo que Napoleón hizo.
He apretado a un pecho hipotético más humanidades que Cristo,
He hecho filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Mas soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para eso;
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me halla el cabello,
Y el resto que venga si viniere, o tuviera que venir, o no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Mas despertamos y es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolates, pequeña;
Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiese yo comer chocolates con la misma verdad con que comes!
Mas yo pienso y, al tirar el papel de plata, que es de papel de estaño,
Tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)

Mas al menos queda de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico partido hacia lo Imposible.
Mas al menos consagro para mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos en el gesto largo con que tiro
La ropa sucia que soy, sin relación, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.

(¡Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua que fuese viva,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno –no concibo bien el qué–
Todo eso, sea lo que sea, que seas, si puede inspirar que inspire!

Mi corazón es un balde vaciado.
Como los que invocan espíritus invocan espíritus me invoco
A mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las banquetas, veo los carros que pasan,
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como una condenación al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo que yo no envidie sólo por no ser yo.
Miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca vivieses ni estudiases ni amases ni creyeses
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan el rabo
Y que es rabo para este lado del lagarto agitadamente.

Hice de mí lo que no supe
Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El dominó que vestí era errado.
Me conocieron luego por quien no era y no desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitar la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la quité y me vi al espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, ya no sabía vestir el dominó que no me había quitado.
Arrojé la máscara y dormí en el vestuario
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
Quien me diera encontrarte como cosa que yo hiciese,
Y no quedase siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisando a los pies la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete en que un borracho tropieza
O un felpudo que los gitanos robaran y no valía nada.

Mas el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y permaneció en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal volteada
Y con la incomodidad del alma mal-entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré los versos.
A cierta altura morirá el letrero también, y los versos también.
Después de cierta altura morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto se dio. 
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de cosas como letreros,
Siempre una cosa enfrente de la otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
Siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

Mas un hombre entro en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?)
Y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me semiyergo enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos.
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
Y gozo, en un momento sensitivo y competente,
La liberación de todas las especulaciones
Y la consciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar malhumorado.

Después me recuesto hacia atrás en la silla
Y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez fuese feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco; es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino Esteves  se volteó y me vio.
Me hizo adiós, le grité ¡Adiós Esteves!, y el universo
Se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió.


Lisboa, 15  de Enero de 1928


Traducción de Sergio Ernesto Ríos, publicado en  revista La colmena, agosto de 2012