14/10/15

MENGUANTE/ Honorato Ignacio Magaloni



MENGUANTE


 I

Cada Veinte-y-Ocho sombras
con mi boca de indio mago,
el negro aire de la noche
soplo en mi flauta de barro.
Entonces, oye el conjuro
algún oído lejano
y sale por el oriente
el tunkul blanco.

Con música de la Atlántida
me acompaña y lo acompaño
Indias formas en la tierra
siguen el ritmo sagrado,
signos y apuntes al mundo
bajan de cielos lejanos
mientras contesta a mi flauta
el tunkul blanco.

Pero al templo, displicentes
van los nobles emplumados
por las calles en la noche
llenas de sones extraños.
La ciudad es flor de piedra
sola en el nocturno lago
y es la bella piedra sorda
a músicas del arcano.
Ramas azules del cielo
llenas de flores de mayo
cuelgan sobre las siluetas
de los dormidos palacios.
El postrer nocturno pulso
del Mayab se oye pausado
como un corazón sereno
de pueblos conglomerados
y un horizonte sombrío
se traga el camino blanco
por donde van mercaderes
hacia los pueblos cercanos;
las llamas de los hachones
les iluminan los pasos
y les retuercen las sombras
que se arrancan y dan saltos
y les atraen los ojos
a las regiones de abajo
para que no alcen los ojos
al tunkul blanco…


II

Una noche, negra noche
con mi boca de indio mago
soplé insistente mi flauta
y me invadió el sobresalto.
No emergió por el oriente
el tunkul blanco.

Salió una cara de muerte
con los ojos socavados
y dos negros agujeros
como los de muerto cántaro.
Ocho fatídicas noches
salió y se fue adelgazando
hasta perder medio rostro
y hasta perder otro cuarto.
Luego una uña de lechuza
flotó sola en el espacio,
después se redujo a un hilo
que se fue deshilachando
y al fin quedó solo el cielo
con sus temblorosos astros
que otras noches presidía
el tunkul blanco.

Y como sé que el futuro
viene a mis ojos de mago
presentí que era la muerte
que se me estaba anunciando
para Uxmal, para Chichén
lirios del Mayab sagrado,
últimas flores del tiempo
que los hombres olvidaron
haciendo leña y hogueras
del antiquísimo árbol
que estremeció el primer eco
del tunkul blanco.

Clavé en la sombra mi flauta
donde se quedó vibrando,
y entre las piedras del suelo
me eché a llorar boca abajo.
Hace ya miles de noches
que la cabeza no alzo,
pero aunque aprieto los ojos
y me cubro con los brazos,
siento que estoy entre escombros
de inmensas ruinas llorando
y que no ha de volver nunca
el tunkul blanco.    

Honorato Ignacio Magaloni

30/8/15

16 / Rafael Cuevas

El mar antiguo y siempre comenzado,
en vez del oro de los galeones,
las Samotracias y los mascarones,
hoy soporta a mi cuerpo enajenado.

El mar ilustre se ha encolerizado
y su piano fantástico da sones
índigos, verdes, malvas y azarcones
que suscitan pavor innominado.

La médula, la fibra y las raíces
de nuestro ser distienden su cordaje,
mientras ruedan alcurnias y cervices

al sucederse las acometidas
que nos hacen virar hacia el paisaje

donde quedaron flores, sueños, vidas…

Rafael Cuevas

RECUENTO FUGAZ / Luis Mario Schneider


Todo se obliga en la esperanza
de aclimatar al tiempo y su memoria
y no decir del portento que repite sus amarras.

Tuvo como todos ovejas para el sueño,
sembró topacios en el cielo
y combatió con corceles y quimeras.

Herido de mordaza
agotó escribir su tacto por los aires,
sudó de las saladas aguas de la noche,
―y por si acaso―
gruñó febril en el filo de un cuchillo.

Monarca de universos milenarios
aclamó el infierno de los triunfos
así como el mendigo muestra su impudicia.

Harto de ajedrez y loterías,
de peces que regalan sus escamas,
se recuesta,
mentiroso y manso,
sobre la astucia de domésticos felinos
para descifrar el anónimo palabrerío de los
siglos.

Ahora,
duerme el niño,
alucina dentro del trompo,
en el vértigo del más inmenso de los trompos.


Luis Mario Schneider

31/7/15

Prehistoria /Raúl Cáceres Carenzo

Prehistoria
A Efraín Huerta
¿Recuerdas
cuando los dinosaurios
             podaban
el jardín de tu casa?

Hoy
hasta un pinche
elefantito
o un poeta
coloquial
causan asombro.

Dile a nuestro
amigo, el unicornio,
que no vale la pena
que traiga
al tianguis
el poderoso
               corno
del prodigio.

Y si lo vieran
sentado en un café
―el unicornio gusta
de envejecer costumbres―

nadie lo creería.

Raúl Cáceres Carenzo

21/4/15

BRUJAS A MEDIODÍA/ Claudio Rodríguez




BRUJAS A MEDIODÍA
(Hacia el conocimiento) 

I

No son cosas de viejas
ni de agujas sin ojo o alfileres
sin cabeza. No salta,
como sal en la lumbre, este sencillo
sortilegio, este viejo
maleficio. Ni hisopo
para rociar ni vela
de cera virgen necesita. Cada
forma de vida tiene
un punto de cocción, un meteoro
de burbujas. Allí, donde el sorteo
de los sentidos busca
propiedad, allí, donde
se cuaja el ser, en ese
vivo estambre, se aloja
la hechicería. No es tan sólo el cuerpo,
con su leyenda de torpeza, lo que
nos engaña: en la misma
constitución de la materia, en tanta
claridad que es estafa,
guiños, mejunjes, trémulo
carmín, nos trastornaban. Y huele
a toca negra y aceitosa, a pura
bruja este mediodía de setiembre;
y en los pliegues del aire,
en los altares del espacio, hay vicios
enterrados, lugares
donde se compra el corazón, siniestras
recetas para amores. Y en la tensa
maduración del día, no unos labios
sino secas encías,
nos chupan de la sangre
el rezo y la blasfemia,
el recuerdo, el olvido,
todo aquello que fue sosiego o fiebre.
Como quien lee en un renglón tachado
el arrepentimiento de una vida,
con tesón, con piedad, con fe, aún con odio,
ahora, a mediodía, cuando hace
calor y está apagado
el sabor, contemplamos
el hondo estrago y el tenaz progreso
de las cosas, su eterno
delirio, mientras chillan
las golondrinas de la huida.


II

La flor del monte, la manteca añeja,
el ombligo de niño, la verbena
de la mañana de San Juan, el manco
muñeco, la resina,
buena para caderas de mujer,
el azafrán, el cardo bajo la olla
de Talavera con pimienta y vino,
todo lo que es cosa de brujas, cosa
natural, hoy es nada
junto a este aquelarre
de imágenes que, ahora,
cuando los seres dejan poca sombra,
da un reflejo: la vida.
La vida no es reflejo
pero, ¿cuál es su imagen?
Un cuerpo encima de otro
¿siente resurrección o muerte? ¿Cómo
envenenar, lavar
este aire que no es nuestro pulmón?
¿Por qué quien ama nunca
busca verdad, sino que buscan dicha?
¿Cómo sin la verdad
puede existir la dicha? He aquí todo.

Pero nosotros nunca
tocamos la sutura,
esa costura (a veces un remiendo,
a veces un bordado),
entre nuestros sentidos y las cosas,
esa fina arenilla
que ya no huele a dulce sino a sal,
donde el río y el mar se desembocan,
un eco en otro eco, los escombros
de un sueño en la cal viva
del sueño aquel por el que yo di un mundo
y lo seguiré dando. Entre las ruinas
del sol, tiembla
un nido con calor nocturno. Entre
la ignominia de nuestras leyes, se alza
el retablo con viejo
oro y vieja doctrina
de la nueva justicia. ¿En qué mercados
de altas sisas el agua
es vino, el vino sangre, sed la sangre?
¿Por qué aduanas pasa
de contrabando harina
como carne, la carne
como polvo y el polvo
como carne futura?

Esto es cosa de bobos. Un delito
común este de andar entre pellizcos
de brujas. Porque ellas
no estudian sino bailan
y mean, son amigas
de bodegas. Y ahora,
a mediodía,
si ellas nos besan desde tantas cosas,
¿dónde estará su noche,
dónde sus labios, dónde nuestra boca
para aceptar tanta mentira y tanto
amor?

Claudio Rodríguez


7/4/15

Oración a Rusia/ Luis Quintanilla




Oración a Rusia

Rusia
Cuna de invasores
Maravillosa Hermana Roja
de la humanidad.

Rusia,
la de grandes ojos en éxtasis,
alucinados como los
mares muertos.

Rusia,
enorme,
desnuda,
tendida toda sobre dos
continentes,

con los pequeños senos del Ural erectos
sobre la estepa de tu vientre
lívido
de tus anchas caderas,
y de tus muslos siberianos.

¡Oh blanca amada mía!
Déjame besarte con devoción,
desde la tibia Europa de tu
cabeza rubia,
hasta la punta helada de
tus árticos pies.

Rusia. Hoy U.R.S.I.A
Con eléctricas vibraciones de luz
Repercuten por los ámbitos del mundo
las palabras eslavas de Nicolás
Lenin.

¡Camaradas comunistas!
Hermanos de Moscú.
¡Sed fuertes para triunfar!
¡Triunfad para ser fuertes!

Escuchad el grito
de este hombre americano

Hay aquí
200 millones de esclavos,
rojos, negros, amarillos y blancos,
200 millones de hermanos
¡necesitan vivir!

Buda, Cristo, Mahoma y Lenin.
Ha llegado la hora del IV Evangelio;
nuestra cuaternaria edad espiritual.

Ya rompieron las cadenas
los esclavos eslavos.

Aquí
todo espera la nueva cruzada
del martillo y de la hoz,
para que se cumplan las proféticas
palabras de Santo Carlos Marx
                ¡Lenin!

Los corazones y la sangre son
rojos.
El primer color es rojo.
El día cabe todo dentro del rojo
paréntesis del alba y del atardecer.
Roja es la sangre materna
y roja es la sangre que brota
en la herida mortal.
          ¡Lenin! ¡Lenin!
Escuchad camaradas las rojas
campanas
que estremecen el cielo con su tono
de alarma;
           “¡Lenin, Lenin!”

¡Lenin clarín del alba,
Que cada ola sea una
blusa simbólica
de los marineros del soviet!
¡Que vengan bajando del norte los
grandes ejércitos rojos!

¡Que suba y se extienda en un mundo mejor
la libertadora marea del martillo y la hoz!
y ¡que los dioses del cielo me den
vida bastante
para embriagarme el día de la
Lucha Final
con el vino rojo de los estandartes del Soviet
Amén!

Río, julio de 1928.    


26/2/15

Respuesta de Tierra Adentro

Esta es la respuesta por parte de Tierra Adentro:

El número 200 de la revista Tierra Adentro dedicado a Fernando del Paso, en su versión impresa, tiene una omisión respecto del primer párrafo del presente texto, escrito por el ensayista y poeta Sergio Ernesto Ríos. Como atención al autor y el respeto que merece, así como el respeto de los lectores, ofrezco una disculpa, y dejo en esta plataforma la versión íntegra del ensayo que me fue enviado. Asimismo, anoto que en el entrecruce de correos electrónicos entre Sergio Ernesto Ríos y yo —como Ríos señala en su carta—, nunca se habló de modificar el párrafo y no existieron sugerencias, el texto se recibió como el autor lo envió respetando el original. En esta publicación horizontal y plural, de y para escritores jóvenes, creemos en la libertad de expresión y de prensa, y consideramos un error grave lo acontecido. 
Rodrigo Castillo
Director editorial 
Programa Cultural Tierra Adentro


Y ponen en línea mi ensayo íntegro: 
http://www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/tres-tristes-trenes-y-tres-tristes-trigos/

Carta pública



Fotografía de Arturo Campos.



Celebrar los 80 años del escritor mexicano Fernando del Paso, a través de la invitación que me hiciera Rodrigo Castillo para escribir un ensayo sobre la novela “José Trigo”, en el número 200 de la revista “Tierra Adentro”, significó también compartir la incomprensión que acumula este novelista y particularmente su primer libro. A pesar de que la revista expresa que “los textos firmados son responsabilidad de su autor” y que “los editores no comparten necesariamente el punto de vista de los autores”, mi ensayo “Tres tristes trenes y tres tristes trigos” fue modificado sin tomar en cuenta mi opinión. Las modificaciones son graves considerando el contexto político y literario que vive nuestro país; las referencias específicas a Fernando del Paso, quien durante la pasada FIL de Guadalajara manifestó sus convicciones éticas, su apoyo a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y su repudio a un momento en que Enrique Peña Nieto quiso apropiarse de la consigna “Todos somos Ayotzinapa”. La intervención de Fernando del Paso, en un ciclo de homenajes a propósito del centenario de Octavio Paz, giró en torno a una faceta poco recordada: aquel que abandonó todo por convertirse en maestro rural, el fervoroso que no dudó en viajar a Madrid y tomar partido con los republicanos, el que renunció a su cargo de embajador luego del 2 de octubre de 1968. No es el único Octavio Paz, pero en esa imagen, a mi parecer, cifra Del Paso una lección y un mensaje insobornable a los escritores mexicanos y de qué forma.

Esto escribí en mi ensayo, describiendo el hecho que quedó registrado en la fotografía de Arturo Campos:

Pertenece a la realidad la imagen de un hombre de casi ochenta años, en silla de ruedas, que por un instante cambia su exquisita camisa a rayas violeta y corbata púrpura por una playera, en la que debajo de la caricatura de un copete, se lee: “¡No mames Peña Nieto!”. El mismo hombre minutos antes dijo: “En marzo del año pasado sufrí una serie de infartos que dificultan mi movilidad y habla; sin embargo, quise venir a este foro para solidarizarme con los padres de los 43 normalistas y pedirle a Peña Nieto que no se engañe, porque todos somos Ayotzinapa”. La primera imagen bien podría cifrar la novela José Trigo; la segunda, al escritor Fernando del Paso. ¿Qué puede saber él de una colectividad negada que hoy se llama Ayotzinapa?


Pero lo que publicó Tierra Adentro, en febrero de este año, en versión impresa y web, aparece así:

Pertenece a la realidad la imagen de un hombre de casi ochenta años, en silla de ruedas, que por un instante cambia su exquisita camisa a rayas violeta, corbata púrpura y saco negro por una playera de protesta. Minutos antes el hombre dijo que había sufrido una serie de infartos que ahora dificultaban su movilidad y habla, pero que necesitaba solidarizarse con los padres de los cuarenta y tres desaparecidos de Ayotzinapa. La primera imagen bien podría cifrar la novela “José Trigo”; la segunda a Fernando del Paso.

Como se aprecia fue omitida la descripción de la fotografía referida y borrada la cita literal de lo dicho por Fernando del Paso. Y más todavía, fue mutilada la pregunta central que pretende contestar mi ensayo: “¿Qué puede saber Fernando del Paso de una colectividad negada que hoy se llama Ayotzinapa?”.

Es importante aclarar que hasta mediados de enero de 2015, y en el cruce de correos con Rodrigo Castillo, director editorial de la revista, el primer párrafo se mantuvo inalterado. Lo mismo en la respuesta, del 19 de enero, del redactor Joaquín Guillén Márquez. Ignoro quién decidió alterar mi ensayo, pues durante el proceso de edición no hubo ninguna sugerencia de cambiar el párrafo en cuestión.

¿Por qué en sintonía con el bombardeo neutralizador de los medios de comunicación (televisión, radio, prensa y redes sociales, con peñabots incluidos) se vuelve un tabú mencionar a Enrique Peña Nieto y Ayotzinapa en una misma frase? Es empobrecedor que un programa editorial de una institución cultural pública, apartidista, abierta y democrática no pueda brindar un espacio libre y crítico a escritores y lectores. Lo repetiré, se trata de un programa editorial enfocado a los escritores y lectores jóvenes. ¿Esta es la línea editorial que se plantea? ¿Escritores y lectores jóvenes indolentes, ensimismados y dóciles? ¿Ideas sin conexión con la realidad y sin riesgo? No se trataba de un capricho ni un pretexto. A grandes rasgos mi lectura de la primera novela de Fernando del Paso se propone definir al personaje José Trigo a partir de su andamiaje náhuatl, como el complejo numen Ometéotl que a través de sus distintos atributos o nombres da cuenta, en lo simbólico, de una colectividad negada a lo largo de la historia de México. De ahí el énfasis de “José Trigo” en la Revolución Mexicana, la guerra Cristera o el movimiento Ferrocarrilero de los años cincuenta. “José Trigo”, publicada en 1966, fue una profecía sobre la masacre del 2 de octubre del 68 en el centro fundacional de Nonoalco-Tlatelolco. Eso es lo que sabe Fernando del Paso de una colectividad negada y lo que puede leerse en sus otras novelas, en su obra periodística o en su faceta de artista visual, pienso en su obra “Las mujeres sin rostro de Ciudad Juárez”. Ha sido simplista leer a Fernando del Paso desde lo formal, como el autor de una prosa insigne plena de imaginación y poderío verbal, cuando en el contenido de sus novelas puede decirnos tanto en nuestros días. Conoce la historia, pero la sabe una estatua ecuestre, efeméride, mausoleo resguardado en el duro acento de la voz oficial y la legitimación del poder, de los héroes nacionales mal digeridos en el imaginario de nuestro país. La escritura le permite el trazo de personajes arquetípicos puestos en un ajedrez oracular, la clave en su jugada es la verdad simbólica, la de la recapitulación, la que puede ser vuelta a imaginar y ofrecer al espejo de la identidad nacional una mirada inédita, conciencia y entendimiento. No quimeras, no entelequias, no abstracciones, no torres de marfil, la negación de las injusticias atroces de nuestro país, el no poder hablar de las cosas con nombre y apellido, la pasividad frente a la censura y el escamoteo es la complicidad perfecta de un poder absoluto que se ejerce a través de las vías democráticas.

Más allá de un posible despiste en la edición final o una interpretación sesgada de mi ensayo, o la mano invisible del poder extendida a los actos individuales, bajo cualquier hipótesis estos hechos reducen aún más los espacios de reflexión y nos conducen al pensamiento uniforme, banal e intolerante.

Mi admiración a Fernando del Paso, a su honestidad y ética, en lo literario y extraliterario. Mi admiración a los padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, por su ejemplo en no ceder a la manipulación ni al miedo.

En todas las trincheras la realidad nos pide afirmar nuestra verdad.


Sergio Ernesto Ríos

Ciudad de México, 23 de febrero de 2015.