25/12/13

Mis ojos tienen telescopios

Mis ojos tienen telescopios
espiando la calle
espiando mi alma
lejos de mí mil metros.

Mujeres van y vienen nadando
en ríos invisibles.
Automóviles como peces ciegos
componen mis visiones mecánicas.

Hace veinte años no digo la palabra
que espero de mí.
Estaré indefinidamente contemplando
mi retraído yo muerto.

João Cabral de Melo Neto

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.



16/12/13

Angú de la influencia

rabelais no leyó mishima kafka no leyó drummond
ovidio no leyó flaubert heródoto no leyó huidobro
hölderlin no leyó augusto dos anjos hesíodo
no leyó dante víctor hugo no leyó kerouac
safo no leyó camões rimbaud no leyó borges
zenón no leyó torquato baudelaire no leyó freud
mallarmé no leyó joyce homero no leyó basho
pessoa no leyó rosa solón no leyó petronio
shakespeare no leyó maiakovski oswald no leyó
leminski confucio no leyó peirce odorico no
leyó haroldo apuleyo no leyó lautrèamont cruz e
sousa no leyó burroughs gregório no leyó pound

la vida es así tal cual


Bruno Brum (Belo Horizonte,1981).


Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

11/12/13

Ventana del caos

1

Todo se pasa
En Egiptos de corredores aéreos
En galerías sin lámparas
A la espera de que Alguien
Repercuta el violoncelo
-¿O tu corazón?
Azul de guerra.


2

Telefonean embrujos,
Telefonean lamentos,
Inútiles encuentros,
Remordimientos y bostezos.
¡Ah! Quién telefonearía el consuelo
El puro rocío
Y el carruaje de cristal.


3

Tú no cargaste pianos
Ni cargaste piedras
Mas en tu alma subsiste
-Nadie se acuerda
Y las playas antecedentes oyeron-
El canto de los cargadores de pianos,
El canto de los cargadores de piedras.


4

El cielo cae de las palomas.
Ecos de una banda de música.
Vuelan de la casa de los expósitos.
No serás antepasado
Porque no tuviste hijos:
Siempre serás futuro para los poetas.
A lo lejos el mar reducido
Balando inocente.


5

Armonía del terror
Cuando el alma destruye el perdón
Y el ciclo de las flores se cierra
En lo particular y en lo general:
Ningún sonido de flauta,
Ni tampoco un templo griego
Sobre colina azul
Decidiría el gesto recuperador.
Hambre, litoral sin coros,
Duro parto de la muerte.
La tierra se abre en sangre,
Abandona el blanco Abel
Oculto de Dios.


6

La infancia viene de la eternidad
Después sólo la muerte magnífica
-Destrucción de la mordaza:
Y tal vez ya la hubieses entrevisto
Cuando jugabas con el trompo
O cuando desmontaste el escarabajo.
Entre dos eternidades
Balancéanse espantosas
Hambre de amor y la música:
Ruda dulzura,
Último pasaje libre.
Sólo vemos el cielo por el reverso.


7

Cae de las sombras de las pirámides
Este deseo de obscuridad.
Enigma, inocencia bárbara,
Pájaros galopando elementos
Del cielo profundo
Irrumpen nubes ecuestres.
¿Dónde están los brazos comunicantes
Y los paracaidistas de la justicia?
Vultos encorazados presiden
Al sabotaje de las harpas. 


8

¿Qué esperan todos?
El viento de los crímenes nocturnos
Destruye augustas cosechas,
Aguas ásperas bravías
Fertilizan los cementerios.
Las madres desocupan del vientre
Los fantasmas de otra guerra.
Ningún vestigio de alianza
Sobre la mesa aniquilada.
Olas de púrpura,
Levantaos del hombre.



9

Penacho del alma,
Antigua tradición futura:
¿Si el alma no tiene penacho
Resiste al Destructor?



10

La velocidad se opone
A la desnudez esencial.
Para merecer el rompimiento de los sellos
es preciso trabajar la corona de espinas.
Si no te abandonan por ahí,
Solo, con los cadáveres de tus libros.


11

Péndulo que marcas el compás
Del desengaño y soledad,
Cede el lugar a los tubos del órgano soberano
Que sobrepasa el tiempo:
Pulsación de la humanidad
Que desde el origen hasta el fin
Busca entre tedios y lágrimas.
Por la carne miserable,
Entre collares de sangre,
Entre incertezas y abismos,
Entre fatiga y placer,
La bienaventuranza.
Más allá de los mares, más allá de los aires,
Desde los orígenes hasta el fin,
Más allá de las luchas, embaladores,
Coros serenos de voces mezcladas,
De esperanza honda y blanca armonía

Subiendo van.


Murilo Mendes

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

Cantares del Sin Nombre y de partidas



Oh tiránico Amor, oh caso vario
Que obligas un querer que siempre sea
De sí continuo y áspero adversario…
Luiz Vaz de Camões

Cúbranle el rostro, mis ojos se ofuscan;
ella murió joven.
John Webster


I

Que este amor no me ciegue ni me siga.
Y de mí misma nunca se aperciba.
Que me excluya del estar siendo perseguida
y del tormento
de sólo por él saberme estar siendo.
Que el mirar no se pierda en los tulipanes
pues formas tan perfectas de belleza
vienen del fulgor de las tinieblas.
Y mi señor habita el rutilante obscuro
de un supuesto de hiedras en alto muro.

Que este amor sólo me provoque descontento
y harta de fatigas. Y de fragilidades tantas
me haga pequeña. Y diminuta y tierna
como sólo suelen ser arañas y hormigas.

Que este amor sólo me vea de partida.


II

Y solo me vea
en el no merecimiento de las conquistas.
De pie. En las plataformas, en las escaleras
O a través de unas ventanas mate.
Una mujer en el tren: perfil deshabitado de caricias.
Y sólo me vea en el no merecimiento y entredicha:
papeles, valijas, tomos, sobretodos

Yo-alguien travestida de luto. (Y un mirar
de púrpura y disgusto, viendo a través de mí
navíos y dorsos).

Dorsos de luz de aguas más profundas. Peces.
Mas sobre mí, intensas, ijadas juveniles
aplastadas de gozo.

Y que jamás perciba el rocío de la llama:
este mojado fulgor sobre mi rostro.


III

Esto de mí que ansía despedida
(para perpetuar lo que está siendo)
no tiene nombre de amor. Ni es celeste
o terrenal. Esto de mí es tempestuoso
y tierno. Danzante también. Esto de mí
es nuevo: Como quien come lo que nada contiene.
La imposible oquedad de un huevo.

Como si un tigre
reversible,
vehemente de su revés
cantara mansamente.

No tiene nombre de amor. Ni se parece a mí.
¿Cómo puede ser esto? Ser tierno, tempestuoso,
danzante y nuevo, tener el nombre de nadie
y preferir ausencia y desaliento
para guardar en lo eterno el corazón del otro.


IV

¿Y por qué tampoco doloso y penitente?
Dolo puede ser un puñal. Y astucia, logro.
Y eso sin nombre, el despedirse siempre
tiene mucho de seducción, emboscadas, minucias
esto sin nombre hiere y hace heridas.
Penitente y verdugo:
como si sólo en la muerte abrazaras la vida.

Es pomposo y punzante. Con aires de santidad
olores de cortesana, puede ser carmelita
o Catalina, ser muchacha o malsana.

Penitente y doloso
Puede ser la suma de un instante.
Puede ser tú-otro pretendido, tu adiós, tu suerte.
Hembra-hombre, ESTO sin nombre puede ser un todo
que sólo se ajusta al Nunca. Al Nunca Más.


V

El Nunca Más no es verdad.
Hay ilusiones y asomos, hay reflejos
de perpetuar la Duración.
El Nunca Más es sólo media-verdad:
como si vieras un ave entre el follaje
y al mismo tiempo no
(y presintieras
contentamiento y muerte en el paisaje).

El Nunca Más es de planicies y grietas.
Es de abismos y arroyos.
Es de perpetuidad en lo que piensas efímero
y breve y pequeñito
en lo que sientes eterno.

No es cuervo o poema el Nunca Más.


VI

Posee nombre vehemente. El Nunca Más tiene hambre.
De hermosura, disgusto, ríe
y llora. Un tigre pasea el Nunca Más
sobre las paredes del gozo. Un tigre te persigue.

Y perseguido eres nuevo, devastado y otro.
¿Encuentras comicidad en lo que es breve: pasión?
Ha de diluirse. Humedades, sábanas
y de hartarse,
El asco. Pero no. Atado a tu propia envoltura
manchado de quimeras, paseas tu costado.

El Nunca Más es la fiera.


VII

Ríos de rumor: mi pecho diciéndote adiós.
Aldea es lo que soy. Aldeana de conceptos
porque me hice tanto de resentimientos
que lo mejor es partir. Y mandarte escritos.
Ríos de rumor en el pecho: que te verán subir
la colina de alfalfas, sin yeguas y sin cabras
mas con la mujer, aquella,
que siempre delante de ella me supe tan pequeña.
¿Saberes? Los olvidé. ¿Libros? Los perdí.
Me perdí tanto en ti
que cuando estoy contigo no soy vista
Y cuando estás conmigo viene aquella.


VIII

Aquella que no te pertenece aunque quiera
(porque ser perteneciente
es entregar el alma a una Querida, la del áspid
obscura y clara, negra y transparente), ¡Ay!
Saberse perteneciente es tener más nada.
Es tener todo también.
Es como tener el río, aquel que desagua
en las infinitas aguas de un sinfín de ningunos.
Aquella que no te pertenece no tiene cuerpo.
Porque cuerpo es un concepto supuesto de materia
Y finito. Y aquella es luz. Y etérea.
Perteneciente es no tener rostro. Es ser amante
de otro que ni nombre tiene. No es Dios ni Diablo.
Ni tiene ijada o hueso. Se agrieta sin ofender.
Es vida y herida al mismo tiempo, “ESTE”
que bien me sabe entera pertenecida.


IX

Ijada, hueso, algunas veces es todo lo que se tiene.
Piensas de carne la isla, y majestuoso el hueso.
Y piensas maravilla cuando piensas anca
cuando piensas ingle piensas gozo.
Mas todo más fallece cuando piensas tardanza
y te despides.
Y cuando piensas breve
tu balbuceo trémulo, tu texto-desengaño
que te espía, y espía el poco tiempo rondándote la isla.
Y cuando piensas VIDA QUE DESCORAZONA. Y retomas
lucha, ascesis, y las muelas del tiempo van triturando
tu esmaltada garganta…¡Mas así mismo
canta! Aunque se deshagan ijadas, veredas…
canta el comienzo y el fin. Como si fuese verdad
la esperanza.


X

Como si fuese verdad encantamientos, poemas
como si Aquel oyese arrebatado
tus cantares de loca, las cantigas de la pena
como si a cada noche de ti se despidiese
con colibrís en la boca.
Y candelas y frutos, como si fueses amante
y estuvieses de luto, y Él, el Padre
te hiciese por eso adormecer…
(como si se apiadase porque humana
eres apenas polvo,
y Él el gran Tejedor de tu muerte: la tela).

Como si fuese vano amarte y por eso perfecto.
Amar lo perecible, la nada, el polvo, es siempre despedirse.
¿Y no es Él, el Hacedor, el Artífice, el Ciego
el Seguidor de eso sin nombre? Eso…


El amor y su hambre.



Hilda Hilst


Traducción de Sergio Ernesto Ríos.



7/11/13

acción



si tú necesitas de un norte para escribir el nombre
si necesitas de corriente para la vorágine
si necesitas de un dios para el número atómico
y de voz para el rugido o rosas para el herido
si tú necesitas de sangre para conocer lo que está vivo
y vida solo para saber que todo muere
si necesitas estar donde estuvo para revivir lo que vivió
y de la flor de loto para la iluminación
si necesitas del dragón para invocar al santo
o de muchos dólares para una donación
si necesitas de aves y perros para cazar
lo que no estás dispuesto a entender
y dar al agua el peso de la existencia inmóvil
de todo lo que se pudre porque no fluye
si tú necesitas gastar los ojos en máquinas de luz
insensato a obedecer al gran hermano
si necesitas de una farsa para vivir o si necesitas de la verdad
para el mismo fin
si necesitas cansarte para concluir que hiciste lo que podías
o si haces lo que puedes para poder dormir
si necesitas de los libros como mapas o adornos
y si necesitas endeudarte para acordarte del código de la naturaleza
en el código de barras o de los gatos para presenciar el misterio
si necesitas de la piedad para mover el amor o del amor
para sorber la miseria
si necesitas del otro para acordarte del tiempo o de la sombra
para el lugar común de la luz
si necesitas comer para olvidar o beber para perderte
o envenenarte para escapar al malestar
en la civilización si necesitas ahora recuperar el aliento y necesitas de
ayuda
para la comprensión y si necesitar es un verbo tuyo

conjugarlo está fuera de cuestión


Dirceu Villa

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

30/10/13

Anticrónicas de un Dandy


Interrumpo el diario aseo de los nenúfares. Yo escucho a mi cabeza decir movimiento continuo, con la destemplada voz de un anciano sordo que no registra sus palabras. Leo dos, tres veces los poemas de Muerte al dandysmo a quemarropa y regreso a escribir el alivio de los emigrados: toda biblioteca es guarida de un dragón invisible. Con la minuciosidad de los azulejos de Rafael Lozano-Hammer se tejen estos poemas de filo hilado. En cada cabeza pilota un familiar de san Gaspar atado a un narguile gigante. Los contrapuntos rítmicos dan en el clavo de la aspiración. Sólo lo difícil es estimulante, dijo Lezama entre orgasmos varios. El asunto es la velocidad que es ilusión de movimiento, chasquido de lengua infernal, motivo para la solución de conflictos armados. Entre la colección, y no lo digo al azar, reina el Rojo encanto de marmota o la plaza de Ángeles drogados de Roberto Piva. Hay amor, odio órfico, lisiados, arena y bosques, la palabra iglú, tratamientos faciales y colas de cerdos. La convención es el amor de los valientes, caballeros de paja cósmica, enlazando sus destinos a los poemas cabriola. Comúnmente la poesía es para iniciados y en este caso es iniciación. Apertura de un portal que refriega la misión alíen. Hadas y cosas derritiéndose. Las tres secciones del libro recrean un viaje en tranvía estelar. La primera sección, constituida por dos largos poemas, abre la convención y lanza la imaginación a trote desbocado. Una sentencia recorre los versos, la poesía es el reino de las posibilidades activadas. Si en cada fenómeno, antes de su concreción, se conjuntan todas las posibilidades, todas las formas posibles para ese fenómeno, entonces la poesía es el despliegue de todo eso que aguardaba in nuce la ejecución del destino. Poemas para contradecir a la historia. Poemas para escapar del destino, poemas para montar una nube. 
La sección segunda, fuga el sentido hacia la iluminación de todas las cosas. A partir de encadenamientos sonoros la realidad muestra un modelo de juego que no parece diseñado para la calma. Es la voz profética del poeta la que dice las relaciones no visibles entre realidades ajenas. Aliteraciones para estar en el mundo. Todo poeta es una boca y una cornamenta. 
En la tercera parte vuelve el gato a la ceniza y los poemas son una versión pesadillesca del descenso órfico. Las piedras cantan, conmovidas, el justo precio de las horas. Hay un peso específico en cada jugada, en cada imagen, que se despliega como abanico en el poema. 
La obra de Sergio Ernesto Ríos viene de la estación Albión, y aquí reitera su vocación elemental: poner en crisis las nociones reificadas de la poesía, del poema y del poeta. El justo humor que acompaña estas indagaciones abre el espacio gnóstico donde el misterio cobra volumen. No estamos solos, pero no todos los visitantes llegan de arriba. Algunos vienen de dentro. 
Arsenal de imágenes y sonoridad disrruptiva: esos elementos invaden al lector como un abordaje pirata con los sentidos revueltos. La aspiración de un fuego elemental y el sentido visionario de la experiencia poética. 
Capricornio ejemplar, gallo en el horóscopo chino, se rige por Saturno y por la indagación, por la búsqueda permanente. Signo de tierra, rige las rodillas, las articulaciones, los ligamentos, los huesos y los dientes. Los cabellos, la piel.

Luis Alberto Arellano

28/8/13

Del Benidorm a Condoplaza


Confiar en el azar es estúpido. Y me gustan las cosas estúpidas. Leí Muerte del dandysmo a quemarropa en un ETN que iba a Guadalajara. Al abrir el libro vi una imagen que me pareció peligrosamente familiar y de pronto me sentí en un capítulo de Twin Peaks. ¿Acaso era Bob, ese demonio canoso de nariz afilada? No. Se trataba del rostro de una mujer hermosa, que más bien se parecía a Laura Palmer. Esta imagen conforma la primera parte del libro: Cabeza Pudahuel. Pero, la verdad sea dicha, he fumado demasiada cosa y tengo el seso ya comido. Así que no hice caso de esta reverberación espiritual y abrí mi sándwich gratuito. Seguí haciendo el intento de recordar en dónde había visto esa imagen y tirando de los anzuelos que ésta me ofrecía. Nada. “¿Qué son 800 pesos a cambio de un pan aguado con mayonesa y una embarrada de jamón más triste que mi tía Socorrito?”, pensé y me comí el sándwich de dos o tres mordidas.
Viajaba muy oronda con los oídos tapados por la presión y con mi Muerte del dandysmo. Viajaba de regreso a la casa cuarteada de mis padres, a mi cuartito de la lavadora, a mis libreros empotrados. Viajaba a quemarropa. Mientras, esperaba encontrar una carnicería en este libro. Una carnicería que nunca llegó. Luego de mi evento parapoético con el cuadro de Carlos Maldonado, que retomaré más adelante, la lectura fue una caída libre. Es un libro de amor, me dije. No, es un libro de amor voraz. Amor de encierro. Del que sólo ama la belleza convulsiva. Es un libro del amor loco y, por lo tanto, de la coincidencia. De ese que te hace extranjero en tu propia sangre y te hace vagar en los países más ajenos como por el patio de tu primaria. Sobre todo, parecía el libro de un poeta jovencísimo y brillante. Y Sergio Ernesto es brillante es, pero joven, lo que se dice joven…
Hace una semana entrevisté a Sergio para Vice y me dijo que los primeros poemas los había escrito hace seis años. “Estaba harto de Buenos Aires —me dijo— una ciudad apestosamente ‘snob’, esa palabra que es la abuelita de la palabra ‘hipster’, así que pasé dos semanas escribiendo y bebiendo vino, feliz y solo, a un pasito de la nieve y los Andes”. Eso explica muchas cosas. Así inició este libro. Como un libro de viaje en las celdas de la soledad amotinada.
No es que los siguientes poemas carezcan de la misma vitalidad que los primeros, al contrario. Es sólo que el manejo del lenguaje en “Sección de los adoradores nocturnos” (que es la segunda parte del libro) es una pira controlada. En el poema B, sin duda uno de mis favoritos del libro, las aliteraciones sólo funcionan como pequeñas hélices de significado para elevar un helicóptero de imágenes sobre un “bosque de ballena bacteria barro bruja brillo bruma de búfalo”. Estos textos parecen paisajes de los estudios Ghibli hechos con palabras de un español físico, un español de viaje, un español que a veces saca de apuros y que otras, solamente acompaña. ¿Era español o sólo me pareció porque lo sentí cercano y en realidad es portuñol o lengua franca o lengua madre o lengua muerta? En todo caso, ese registro me atravesó como Juan por su casa.
Un fondo blanco. La cabeza Pudahuel volvió a mi memoria sobre un fondo blanco. También era un libro donde la vi antes. Un libro muy querido. Sólo tenía que sacar mi maldita mochila del maletero superior y quitarme de dudas. Por más que quería convencerme de que estaba equivocada, y que todo acabaría —como siempre— en una chorrada, me obligué a sacar mi mochila y confrontar mi teoría. Ahí estaba. “Desarmando el silencio” del poeta serbio Charles Simic, con la Cabeza Pudahuel en la portada. Ese libro fue publicado por la editorial tapatía Paraíso Perdido hace muchos años. Yo no creo en los libros favoritos, ni en los poetas favoritos ni en las mesas esquinadas de los cafés. Mi libro favorito siempre es el que estoy leyendo; pero cuando me siento triste, siempre llevo Dismantling the silence como una especie de amuleto.
Cuando abrí Muerte del dandysmo a quemarropa, yo estaba preparada para leer a un Albión en 3D, con un humor que me sacaría los ojos y con imágenes en blue ray. Pero este nuevo libro era diferente. Simic dice que “el azar es una herramienta con la cual rompemos nuestras asociaciones habituales. Una vez rotas, utiliza una de las piezas para lanzarse a lo desconocido”.  Y el incidente Cabeza Pudahuel, fue mi jugada de lectura. Breton afirma que “Sólo es preciso saber orientarse en el dédalo. El delirio de interpretación no comienza sino allí donde el hombre mal preparado se atemoriza ante esta selva de indicios”. Yo me atemoricé porque todo embonó demasiado bien y porque cuando un libro, en este caso Muerte del dandysmo a quemarropa, te refleja, te sientes peligrosamente afortunado. Sientes que tienes que dar algo a cambio. Y por las potentes imágenes que el autor logra en este libro, probablemente sea tu alma. Yo en tu lugar, desconfiaría del que está sentado a mi lado.
Luego me pasó igual que me pasa con la poesía que me gusta: tuve noticias de mi imperio. De un imperio lejano que perdí desde hace mucho. Ese imperio ajeno a las resacas, ese ruedo en donde pagamos por morir y que al final nos regresa nuestro dinero. Ésta es la hermosa muerte del dandismo, de la mano de versículos, de prosas, de listas quirúrgicas que sirven también como instrucciones de vida.
Ya con mi descubrimiento a todo galope, llegué a la última parte del libro, que lleva un título estupendo: Yo en tu lugar desconfiaría del cabello de paja. “Mi creencia en la poesía es también mi creencia en el misterio” dice Sergio en la entrevista. Así que mi experiencia Twin Peaks empezaba a tomar sentido. No debería darme vergüenza tener miedo mientras leo poesía a mitad de la autopista a México-Guadalajara, en el tramo Maravatío-Zapotlanejo, ¿o sí?
Cómo podría leer lo siguiente sin que me diera miedo: “Es una calabaza de halloween blanca con un antifaz de zorro murciélago, el zorro tiene cuatro ojos y está alegre (aunque a veces se distingue una mirada siniestra)” ¿Acaso no es por eso que leemos poesía? ¿No es el reconocimiento de nosotros mismos lo que nos confronta?
Con esas prositas del terror me sentí, como Simic en su libro El flautista en el pozo: “A solas, profundamente conmovido, tenía una sensación muy clara de existir”. Sergio y Simic estaban hermanados. Claro que este descubrimiento no es algo que le vaya a servir a Sergio para su currículum, pero esta estupidez estaba en mí como chivo en cristalería. Ambos libros me acompañaban en un ETN La Línea más Cómoda y ambas visiones del mundo, con las que me identifico tanto, habían convergido ahí de modo aparatoso, frente a mis ojos. Además, ambos nombres empiezan con S, otra coincidencia estúpida. Ambos coincidieron en estos siglos de repechaje. Ambos venían en mi mochila y me acompañaban a quién sabe dónde. Ah, sí, al Molachos, a las tostadas del Santuario.
Muerte del dandysmo a quemarropa dice que soy una especialista de excursiones al infierno, que la poesía es un crimen que no puede realizarse sin cómplice, que cuando comparo mis poemas con los suyos me da la sensación de ir en un burrito al lado de una conexión a internet de fibra óptica. Y todo esto me delata. Porque son pocos los poetas que no te usan como blanco sino como arma para los criminales fines de la poesía. Éste es el caso de Sergio Ernesto.
Confiar en el azar es estúpido, tan estúpido como confiar en la poesía. Sobre todo en la poesía de Sergio Ernesto Ríos. Y me gustan las cosas estúpidas, porque Arturo Carrera dice que la poesía estúpida es en verdad atrayente y fascinadora. Y pues... yo no soy nadie para contradecirlo. 

Xitlalitl Rodríguez Mendoza.

*Texto leído en la presentación del libro "Muerte del dandysmo a quemarropa".

16/8/13

novela en doce líneas

  
cuánto falta para vernos hoy
cuánto falta para vernos luego
cuánto falta para vernos todo el día
cuánto falta para vernos para siempre
cuánto falta para vernos un día sí y un día no
cuánto falta para vernos a veces
cuánto falta para vernos cada vez menos
cuánto falta para no querer vernos
cuánto falta para no querer vernos nunca más
cuánto falta para vernos y fingir que no nos vimos
cuánto falta para vernos y no reconocernos
cuánto falta para vernos y no recordar que un día nos conocimos.


Bruna Beber

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

26/7/13

Tres poemas del libro "O Rei menos o Reino"

1

Donde la Angustia royendo un no de piedra
Digiere sin saber el brazo izquierdo,
Me sitúo labrando este desierto
De arena arena arena cielo y arena.

Este es el reino del rey que no tiene reino
Y que –si algo lo toca– se deshace en piedra.
Esta es la piedra feroz que se hace gente
–¿Por milagro? De mano y palma y piel.

Este es el rey y este es el reino y yo soy ambos.
Soberano de mí: El-que-fui-hecho,
Solitario sin sol o suelo en guerra
Conmigo y contra mí y entre mis dedos.

Por eso mi voz esconde otra
Que en sus dobleces desenvuelve otra
Donde en forma de sonido se perdió el Canto
Que yo sé adónde aunque no oigo oír.


4

En ese reino
Donde yo soy el rey y eres la muerta reina
O donde yo soy
El rey y eres la reina muerta y la muerte
Son mis brazos,

El referido reino donde los tristes vasallos
Nunca encuentran al rey que en sí mismos buscan
Y donde el rey se corona a falta de vasallos
Y donde a falta de reino pisa el propio cuerpo
(Duro reino),

Tú, que apenas me restas, tú, ahora, mueres,
Mueres la dura muerte
En la carta de la baraja en que te entierran viva.

Reina muerta,
Muerta en ese reino
Donde eres tú la encantada y yo que tengo el Canto
Que sólo a mí desencanta, duro como las piedras
A la seda que adormece en tus oídos:

Ya que no puedo más desencantarte
A mi Canto que es antes Desencanto,
Encántame contigo
Muerte y reina a la tuya
Más que habla
Fábula.


7

Pueblo mío oh mi polvo
En las cabezas oscuras y en los brazos amargos.
¿Dónde tus ojos, dónde
En tanto visco y arena?

Estremeces los brazos, vienes de largas aguas.
¿Dónde tus ojos, dónde?
¿Escurrieron en el visco la clara substancia
O la arena los enjuga hasta las tristes raíces?

Mueves la negra masa y negra
La guían en los ojos ciegos como bocas.
Te mueves en derredor y mientras duermes
Dejas un rastro siempre el mismo, negro.

¿Serán tuyos estos cráneos oscuros que parecen
Vivos aunque oscuros cráneos,
Estas bocas sin labios que aún vomitan sangre
Y devoran devoran otros cráneos oscuros
Por las nucas inertes?

Oh polvo mío extenuado pueblo
Monstruo de carne y sueño que se mueve
Como camino a mi alrededor sombrío.
¿Qué más quieres de mí además de mí?

Me arrancaste la lengua y la hiedra cubre estas palabras
Piedras
Que se arrancan de mí con la sangre de mis vasos
Y muerdo con mis dientes en final oferta:

Cuando comienzo: –Mar… – tus oídos se pudren

(No se conmueve tu masa, mueve apenas
Aquellas negras, negras voces,


Hablan en pan en plata y yo las oigo PIEDRA).


Augusto de Campos

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.