24/10/12

una masa en verdad anónima/ Federico Schopf


una masa en verdad anónima de pseudoliteratura experimental pretenciosa increíblemente poco imaginativa voluntarista sobrecargada de desinformación y penosamente marcada por las deformaciones que le ha inflingido su pretensión de adecuarse ventajosamente a la oferta y demanda de un supuesto mercado libre del arte más inclinado en todo caso a los pastiches botticellianos y ghirlandaianos sintonizada plenamente con el BUEN GUSTO más deplorable y siútico que a las obras experimentales o postmodernas expuestas en espacios ALTERNATIVOS O DE RIESGO por autores uniformadamente marginales pero dispuestos a pasarse al menor aviso a la nueva institucionalidad como si algo hubiera cambiado desde el punto de vista de una marginalidad crítica al SISTEMA


19/10/12

Nombre y lágrimas/ Elio Vittorini


Yo escribía en la grava del parque y ya estaba oscuro; hacía un rato que había luces encendidas en todas las ventanas.
Pasó el guardián.
"¿Qué escribe?", me preguntó.
"Una palabra", respondí.
Se inclinó a mirar, pero no vio nada.
"¿Qué palabra es?", preguntó de nuevo.
"Bueno", dije yo, "es un nombre."
El agitó sus llaves.
"¿Nada vivo? ¿Nada debajo?"
"¡Oh, no!", exclamé.
Y reí también.
"Es el nombre de una persona", dije.
"¿De una persona que espera?", preguntó.
"Sí", respondí. "La espero."
El guardián se alejó entonces, y seguí escribiendo. Escribí y hallé la tierra bajo la grava; escarbé y escribí, y la noche fue más negra.

Regresó el guardián.
"¿Sigue escribiendo?", dijo.
"Sí", dije yo. "He escrito otro poco."
"¿Qué más ha escrito?", preguntó.
"Nada más", respondí. "Nada más que esa palabra."
"¡Cómo!", gritó el guardián. "¿Nada más que ese nombre?"
Agitó de nuevo sus llaves y encendió su linterna para mirar.
"Ya veo", dijo. "Sólo está ese nombre."
Alzó la linterna y me miró a la cara.
"Lo escribí más hondo", expliqué yo.
"Ah, ¿sí?" dijo él. "Si quiere continuar le doy un azadón."
"Démelo", respondí.
El guardián me dio el azadón, se alejó de nuevo, escarbé y escribí el nombre en lo profundo de la tierra. Lo habría escrito, de veras, hasta en el carbón y el hierro, hasta en los más secretos metales, que son nombres antiguos. Pero el guardián regresó una vez más y me dijo: "Ahora tiene que irse. Vamos a cerrar."

Salí de las fosas del nombre.
"Está bien", dije.
Dejé el azadón, me sequé la frente y vi la ciudad en torno mío, más allá de los árboles oscuros.
El guardián se rió burlonamente.
"No vino, ¿eh?"
"No vino", dije.
Pero de inmediato pregunté: "¿Quién no ha venido?"
El guardián levantó su linterna y me miró a la cara, como antes.
"La persona que usted esperaba", dijo.
"Sí", dije yo, "no vino."
Y volví a preguntarle al punto: "Pero ¿qué persona?"
"¡Caray!", exclamó el guardián. "La persona con ese nombre."
Agitó su linterna, agitó sus llaves y agregó: "Si quiere esperar un poco todavía, dígamelo; no se ande con cumplidos."
"No es eso lo importante", dije yo. "Gracias."

Pero no me fui, me quedé, y el guardián se quedó conmigo, como haciéndome compañía.
"¡Hermosa noche!", dijo.
"¡Hermosa!", dije yo.

Luego dio él algunos pasos hacia los árboles, con la linterna en la mano.
"Pero ¿está usted seguro de que no está ahí?"
Yo sabía que no podía venir, pero me estremecí.
"¿Dónde?", dije en voz baja.
"Ahí", dijo el guardián. "Sentada en la banca."
Las hojas se movieron con estas palabras; una mujer se alzó de la oscuridad y empezó a caminar sobre la grava. Cerré los ojos al oír el ruido de sus pasos.
"Sí vino, ¿eh?", dijo el guardián.
Sin responderle, le seguí los pasos a aquella mujer.
"¡Se cierra!", gritó el guardián. "¡Se cierra!"
Y gritando "se cierra" se alejó entre los árboles.

Seguí los pasos de aquella mujer fuera del parque, y luego por las calles de la ciudad.
Seguí lo que había sido el rumor de sus pasos en la grava. Y aun podría decir que iba en pos del recuerdo de sus pasos. Y fue un largo camino, un largo seguimiento, ora entre la muchedumbre, ora por aceras solitarias hasta que, por primera vez, alcé los ojos y la vi, una transeúnte a la luz de la última tienda.
Vi sus cabellos, es verdad. Nada más. Tuve miedo de perderla, y empecé a correr.
La ciudad, en aquellos rumbos, alternaba prados y casas altas, oscuros Campos de Marte y ferias de luces, con el ojo colorado del gasógeno al fondo. Pregunté varias veces: "¿Pasó por aquí?"
Todos contestaban que no sabían.
Pero una niña burlona se acercó velozmente, sobre patines de ruedas, y se echó a reír.
"¡Ja, ja, ja! Apuesto a que buscas a mi hermana."
"¿Tu hermana?", exclamé. "¿Cómo se llama tu hermana?"
"No te lo diré", respondió la niña.
Y se echo a reír de nuevo. Sobre sus patines, giró en torno mío la danza de la muerte.
"¡Ja, ja, ja!", reía.
"Dime entonces dónde está", le pregunté.
"¡Ja, ja, ja!", no dejaba de reír. "Está en un portón."
Siguió girando en torno mío su danza de la muerte un minuto más, luego se fue patinando en la infinita calzada, sin dejar de reír.
"¡Está en un portón!", gritó a lo lejos, riendo.

Había abyectas parejas en los portones, pero llegué a uno que estaba desnudo y desierto. El batiente se abrió al empujarlo, subí las escaleras y empecé a oír un llanto.
"¿Es ella la que está llorando?", pregunté a la portera.
La vieja dormía sentada en medio de los peldaños, con sus trapos en las manos. Se despertó, me miraba.
"No lo sé", respondió. "¿Quiere el ascensor?"
No lo quise, quería ir hasta aquel llanto, y seguí subiendo las escaleras entre negras ventanas abiertas de par en par. Llegué hasta donde estaba el llanto: detrás de una puerta blanca. Entré, lo escuché junto a mí, encendí la luz.
Pero no vi a nadie en aquel cuarto, ni oí nada más. Sin embargo, sobre el sofá estaba el pañuelo de sus lágrimas.

A PARTIR DE LOS VEINTE años posteriores a la caída del fascismo, la figura de Elio Vittorini ocupa un lugar preponderante como escritor y organizador de la cultura italiana, por su afición a la verdad, por la pasión intelectual que rechazaba toda forma de conformismo y por los "abstractos furores" de su actitud política. En su obra narrativa no falta nunca la tensión moral, el mito trágico de la ciudad y la evocación de la Sicilia como regazo materno. Semejante al ritmo de los truenos, el de su prosa se desplaza lentamente, acompañada por una especie de cadencioso tamborileo de repeticiones tónicas, que le dan un carácter musical, de eco interminable. El cuento «Nombre y lágrimas» formó parte de su novela Conversación en Sicilia en su primera edición, pero no en las sucesivas, para dejarlo como texto independiente.

Elio Vittorini nació en Siracusa en 1908; murió en Milán en 1966. Desde muy joven, desarrolló una intensa actividad como traductor de la literatura inglesa y norteamericana. Obra narrativa: Piccola borghesia (1931); Nei Morlacchi y Viaggio in Sardegna (1936); La tragica vicenda di Carlo III (1939), en colaboración con Giansiro Ferrata, cuya segunda edición tituló Sangue a Parma (1967);Conversazione in Sicilia (1941); Americana (1942); Uomini e no (1945); Il Sempione strizza l'occhio al Frejus (1947); Il garofano rosso (1948); Le donne di Messina (1949); Erica e la Garibaldina (1956); Diario in pubblico (1957); Le due tensioni (1967) y Le città del mondo (1969).

Traducción y nota  de Guillermo Fernández.

10/10/12

MAMÁ MORFINA/ Eros Alesi




Querido papá


Tú que estás ahora en las pasturas celestes, en las pasturas terrenas, en las pasturas marinas.
Tú que estás ahora en las pasturas humanas. Tú que vibras en el aire. Tú que amas a tu hijo Alesi Eros.
Tú que has llorado por tu hijo. Tú que sigues su vida con tus vibraciones pasadas y presentes.
Tú que eres amado por tu hijo, Tú el único que estaba en él. Tú a quién llaman muerto, ceniza, mundicia.
Tú que eres mi sombra protectora.
Tú a quien amo en este momento y siento más cercano que cualquier cosa.
Tú que eres y serás la fotocopia de mi vida.

Que tenía 6-7 años cuando te veía Hermoso-fuerte-orgulloso-seguro-arrogante, respetado y temido por los demás, que tenía 10-11 años cuando te miraba violento, ausente, malo, que te veía como un ogro, que te consideraba un Bastardo porque golpeabas a mi mamá.
que tenía 13-14 años cuando yo veía que veías perder tu papel.
que yo veía que veías el surgimiento de mi nuevo papel, del nuevo papel de mi madre.
que tenía 15 años y medio cuando yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac que aumentaban espantosamente.
que yo veía que veías que tus miradas ya no eran hermosas-fuertes-orgullosas, fieras, respetadas y temidas por los demás.
que yo veía que veías alejarse a mi madre, que yo veía que veías el inicio de un normal, dramático desmoronamiento.
que yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando considerablemente.
que tenía 15 años y medio viendo que veías que yo escapaba de casa, que mi madre escapaba de casa.
que tú querías representar al Duro.
que no tuviste ninguno.
que te quedaste solo en una casa con dos cuartos, más servicios.
que los litros de vino y las botellas de coñac siguieron aumentando.
que un día, que el día, en el cual viniste a sacarme de los separos secretos de Milán, vi que te veías solo. que tú querías a tu mujer o a tu hijo o a los dos en aquella casa con dos cuartos más servicios. que he visto que veías que estabas dispuesto a todo, con tal de recuperarnos.
que he visto que has visto tu mano tendida en señal de paz, de armisticio.
que he visto que has visto sobre tu mano un esputo.
que he visto que has visto tus ojos, lagrimeando soledad incrustada de sangre masoquista, punitiva.
que he visto que tú has visto el deseo de querer castigar tu vida.
que he visto que veías el deseo de no sufrir que he visto que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando continuamente.
que he visto que veías en aquel periodo tu vida futura.
que supe que sabías que tu hijo era un drogadicto, que tu mujer esperaba un hijo de otro hombre (hijo que a ti no te quiso dar).
que he visto que veías pasar 3 años. que he visto que veías que el día 9-XII-69 no viniste a verme al manicomio porque estabas muerto.
que ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas baraja con el descarte, haciéndote el descartado.
Pero jugando, igualmente, que ahora ves que veo que te adoro, que te amo desde lo más profundo del ser.
que ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI FELICE PADRE DE EROS ALESI EROS
que ves que yo veo que he huido una vez más hacia la soledad.
que tú ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la misma negrura que yo veía que tú veías.
que seguirás mirando lo que veo.








Yo tenía 14 años


Yo tenía 14 años cuando la carne de mi ser se convirtió en un hueso caliente. Tenía 14 años cuando la carne de mi gusano se convirtió en un hueso caliente. Y se encorvó como hocico de caballo trotante, sobre los rizos de dos labios que chupaban la simiente vital. Tres cruces y un fraile sin barba, en la tierra que bebe la sangre de Dios/ Amor por la situación nacida/Que las ondas vibrantes desgarren las tinieblas y la espesa densidad nebulosa de mis verdades. Y el gran rechazo del sudario escarlata de la muerte. Que lloro sobre un cuaderno encontrado en las grutas del Pincio. Hierba verde, umbrosa y fresca. 
Que el gran mar del relajamiento. Que roma. Que los goterones y el vientecillo atlántico del 6 de marzo de 1970. Que da color de onda propia a los grandes sonidos que el vientecillo atlántico del 6 de marzo cubre, con la arena de la indiferencia oportunamente situacional, las masacres los estragos de mis verdades. Después de cuánta sangre coagulada tendré que acumular mi credo en la máquina destructo-creativa del espacio.








29-1-1971 Roma

Que hierba verde, sombreada y fresca. Que aparece el gran mar del gran relajamiento. Que roma, el vientecillo atlético de febrero de 1970, que el vientecillo del 6 de febrero de 1970 cubre con su arena, oportuna e indiferentemente, mis verdades. ¡Quién sabe! Después de tanta sangre coagulada habré de caer en 
la máquina destructo-creativa del universo.









Que he oído a Giorgio


Que he oído a Ettore caer al suelo y que no me gusta sentirme único vencedor, que tengo terror de quedarme solo en cualquier condición. Pero debo estar a solas para ser buda.
Que a las 4:10 he oído claramente los gritos de Ettore, haciéndome cómplice de su dolor. Que la voz de Giorgio señalaba la verdad.
Que a las 4:20 en la Piazza Bologna, yo y la esencia, el recuerdo, la impresión de Giorgio, éramos una chinga. Porque no eran como nosotros que dentro de poco la familia Bonaventura encontrará en una cama de la casa que está en la calle Andrea Fulvio el calorcito que buscaba.
Que no quiero heridos.







Que te cuento, querido padre…


Que te cuento, querido padre, de mi viaje a la India. Que estoy seguro, cierto que me escucharás.
Que ya son muchos meses de anfetaminas. Que por algún tiempo las anfetaminas eran inconseguibles en las farmacias. Que el mercado negro las vendía a precios odiosos. Que mi viaje por Nápoles –boleto de ida y vuelta– que Nápoles era un lugar casi virgen para las anfetaminas. Que el boleto de regreso a roma fue a dar al excusado. Que un mes en Nápoles, ciudad que quiere vivir al paso de los tiempos, aun conservando un subrepticio tradicionalismo –que en Nápoles, Piazza Municipio, estaban Gionata Usi, Lorens y muchos más. Que todos los días dos o tres frascos de Ritalín-Metredina-Desoxyn-Psichergina-Tempodex. Que luego la ocasión de un robo de diez mil liras y la paranoia obsesiva me llevaron a Foggia –que fuga en Manfredonia– que el único greñudo de Manfredonia me regala su documento de identidad –que prosigo de aventón hacia Brindisi –que tu espíritu, tus palabras, tus moléculas me han ayudado. Que encuentro cinco mil liras, suficientes para embarcarme con rumbo a Gominizza
–que luego nada, padre, nada de jeringas ni de intravenosas. Que he viajado solo, la mayor parte a pie, por las faldas de los montes que forman la frontera de Salónica. Que en Salónica encontré a un francés, maduro para una venganza justa e injusta. Que estaba maduro, querido papá, para la diosa y no diosa muerte. Que el regresó a Francia, que yo directamente a Estambul.
Querido padre, que Estambul nos recuerda –me recuerda un año de cárcel. Que te amo, querido padre, y que casi siempre te he amado. Que no deseaba tu ansia, tu dolor. Que llego a Estambul con el falso documento de identidad, sin una lira turca. Que robo dos pasaportes, un extraordinario reloj y algunas monedas. Que en Estambul me inyectaba inmemorables dosis de tintura de opio. Que me hallaba sereno, que sólo te recordaba en momentos de inspiración. Que después del robo una obsesiva paranoia. Que un taxi hasta Estambul oriental. Que la paranoia me corroía. Que finalmente Izmit. Que encuentro a un francés en el primer viaje. Que trabajo en Modino gracias a mis conocimientos de turco. Que una tarde dentro de un hotel de cuarta clase. Que aquí George Souterbanc deja su pantalón bajo la cama, con los pasaportes y doscientos cincuenta dólares. Que gran lucha introspectiva, querido padre. Que al fin huyo con los pantalones del francés. Que taxi. Que 50 gramos de opio líquido. Que en un pueblo cuyo nombre no recuerdo tomo un autobús directo a Ankara. Que paranoia obsesiva, que en Ankara un avión a Erzerum. Que horas contadas con el cuentagotas. Que al fin directo hacia Irán. Que tres días de viaje bebiendo el vomitivo líquido de opio líquido. Que el primer retén es la aduana, y el opio a salvo. Que luego en Tabriz, con pocas horas de espera. Que compré dátiles y manzanas. Que finalmente Teherán. Que Amircabir Hotel, el hotel para turistas adinerados. Que opio a montones. Que cinco veces heroína, y fumada, según la usanza local. Que pericazo –que piquetazo. Que esperaba más de la reina de las drogas. Que veinte comprimidos de morfina de 32 mg. Que cylon. Que contar. Que un nuevo robo (reloj ytansistorizado), que menos paranoia que la primera vez. Que tren para Mescad. Que los últimos quintos para Herat (Afganistán). Que en Herat ayudas a causa de la recíproca simpatía de un muchacho alemán. Que viajo hasta Kandar y encuentro a un viejo compañero francés, Fransuas. Que juntos vivimos la vida con el último dinero restante de un pequeño robo de ampolletas de morfina. Que el ser viajaba. Que el ser estaba reducido a andrajos de colores.  Que las campanas tocaban. Que tocaban lentamente los 12 tañidos. Que con gusto me bebería un vaso de leche fría.









La Comuna de la calle Andrea Fulvio


Que la Comuna de la calle Andrea Fulvio ha contribuido a formar mi ejército defensivo. Ejército que debe defenderse del propio Estado.
Que la comuna, común al hecho de ser echado de la India y como tantos otros me han gritado que el enemigo que yo identificaba, y acaso identifico aún en los otros seres vivientes, no eran más que mi propio ser. Que quizá llegados a este punto también podría decir que mi fuga, que mi insistencia en mi rol, mi viaje se vielve nefasto en el mismo nivel de cuanto puede ser propiciado por buenos arúspices.
Que me he apartado de la Comuna de la calle A. Fulvio con la boca amarga.
Tal vez debí darle tiempo al tiempo para endulzármela. Llegados a este punto ya no entiendo nada, ya no sé nada. Sé que estoy en un tren que va a Brindisi –que el resto pertenece al después, a los mañanas luminosos y a los mañanas negros.
Que escribo, que he escrito.







Que hoy estoy contento…


Que hoy estoy contento de ser lo que soy, de poner los pies sobre el mármol de Trinità dei Monti, de fumar un goluas sin filtro. Que soy el azul en una paleta de acuarelas. Que el gong diamantino trisobresalta intermitentemente un sonido rítmicamente rimado. Que tam tam palpitante. Que la onda caliente viaja cálidamente. Que la onda caliente penetra en toda materia. Que busco el silencio. Que busco el silencio colmado de perfumes dulces. Que el silencio neuropático, neuro paranoico. Que soy feliz. Que estoy feliz del vacío, del vacío del vacío. Del vacío que no encierra nada, ni siquiera la felicidad. Que aún el ilusorio, delicado, benéfico, amigo, amante sincero, dios humanamente dios, dogma creído desde lo más profundo del corazón. Que resbala en la sangre como un ladrón bueno. Que la vela llora las últimas lágrimas de su cuerpo. Que yo aúllo mi alegría de ser. Que aúllo de gozo al poder aullar mi dudosa serenidad. Que siento el flashazo del amor, de la paz, de la serenidad, de la confianza, del vivir sin pensar. Que dios yo. Que dios grande yo. Que grandísimo dios yo. Que dogma creído yo. Que vibran las ondas. Que las ondas vibracionales rebotan. Que los signos trazados en esta hoja dejan las ondas vibracionales. Que estos signos son parte de mi dimensión situación. Que el bajón, que el bajón es parte de mi dimensión situación. Que todo es parte de mi situación situacional.
Que a la mitad de mi pecho siento fuerzas que empujan a los huesos del tórax. Que siento la sangre bombeada obsesivamente. Que me siento extrañamente. Que siento fuerzas guerrear. Que siento una gran fuerza. Fuerza ansiosa por descargarse. Fuerza que hace la guerra. Fuerza que querría crear. Fuerza que ya creó.









Querida, dulce, buena…


Querida, dulce, buena, humana, social, mamá morfina. Que tú, solamente tú, dulcísima mamá morfina, me has querido bien, como yo quería. Me has amado totalmente. Yo soy el fruto de tu sangre. Que solo tú has logrado que me sienta seguro. Que tú has logrado darme el cuantitativo de felicidad indispensable para sobrevivir. Que me has dado una casa, un hotel, un puente, un tren, un portón, y los he aceptado; que me has dado todo el universo amigo. Que me has dado un rol social, que pide y da. Que a mis 15 años acepté vivir como ser humano, “hombre”, sólo porque estabas tú, que te ofreciste a crearme por segunda vez. Que me enseñaste a dar los primeros pasos. Que aprendí a decir las primeras palabras. Que sentí los primeros sufrimientos de la vida.
Que experimenté los primeros placeres de la nueva vida. Que he aprendido a vivir como siempre soñé vivir. Que he aprendido a vivir bajo los innumerables cuidados y atenciones de mamá morfina. Que jamás podré renegar de mi pasado con mamá morfina. Que tanto me ha dado. Que me ha salvado del suicidio o de la locura que casi habían destruido mi salvavidas.
Que hoy 22-XII-1970, que aún puedo gritarle a los demás y a mí mismo, a todo lo que es fuerza noble, que nada ni nadie me ha dado tanto como mi benefactora, protectora, mamá morfina. Que tu eres infinito amor, infinita bondad. Que yo sólo te dejaré cuando esté maduro para la muerte amiga o cuando esté tan seguro de mis fuerzas para lograr estar en pie sin las potentes vitaminas de mamá morfina.









Que Roma


Que Roma. Que el paisaje desde el tren a Milán. Que la frontera suiza. Que ocho días en Milán. Que de nuevo en Roma. Que cansada, desesperadamente otra vez en Roma. Que el loco estado de ansia debido a una cruda de Ritalín. Que de nuevo sin biombos que cubran mi ser. Que me encuentro de nuevo frente al ambiente –a mi ser. Que el ambiente es el ser que soy. Que estoy epilépticamente cansado. Que estoy epilépticamente cansado de un día de serenidad y tres de locura consciente, de ansia bastarda.
Que me hace dudar de la veracidad de mi historia pasada, del credo actual. Que la alegría y el interés de vivir ya pasaron. Que el tedio, la monotonía, el cansancio de vivir gobiernan mi forma de ser y mi vivir. Que la bola rebota en tiempo vibracional. Que las ondas corren, van y vienen, salpican, brotan, se lanzan, aceleradísimas, rebotan, vibran, oscilan con la velocidad del estímulo del instinto. Que espero en la sala cinematográfica de mi cráneo aparezca una imagen, una escena que unte sobre mi ser un estrato de serenidad, de paz, móvil viajante, no paz vegetativa. No estado dimensional apático al cual endilgarle autosugestivamente  la etiqueta de paz.
Que locura. Que es palabra vibracional. Que intensidad vibracional. Que variedad de sonido, de color. Que palabra de miríadas de interpretaciones. Que palabra misteriosa, secreta, inaccesible para las verdades lógicas y razonadas. Inaccesible a todas las verdades. Inaccesible al loco. Inexistente para el loco, inexistente es también el loco. Que dimensión limbo. Que dimensión inexistente. Que por lo tanto mi hablar inexistente, que quizá hablo de eso porque mi ser no siente el calor placentero del flashazo debido a la entrada de la nueva verdad en mi ser. Que tengo 19 años terrestres. Que siento que creo hechos con los sacudimientos sensoriales revolucionarios, desbarajustadores. Que me siento capaz de poder crear un rostro, dos ojos ardientes de dicha. De felicidad, de amor por ser lo que eres. Que tengo 19 años terrestres y tengo tantas ganas de arrojar mi amor, mi profundo amor, mi desapasionado amor, mi profundo amor hacia todo lo que me rodea, que forma parte de mí mismo, que es yo mismo, que procedo conmigo sobre esta bola de tierra que holgazanamente mueve la cola por un arrabal del espacio.








Oh querida. Oh señora muerte


Oh querida.
Oh señora muerte.
Oh serenísima muerte.
Oh invocada muerte.
Oh pavorosa muerte.
Oh indescifrable muerte.
Oh extraña muerte.
Oh viva la muerte.
Oh muerte que es muerte.
Muerte que marca el alto a esta saeta vibrante.







Que tú en todos los caminos…


Que tú en todos los caminos y callejones del mundo, que yo en un manicomio o en una cárcel de cualquier ciudad del mundo.
Que dos veces se ha interpuesto esta triste realidad y otras tantas he corrido en tu mágica y misteriosa casa, el oriente, y las dos veces he vuelto a abrazarte con todo el amor que tú me enseñaste a tener.
Que ahora he salido de un manicomio, por tercera vez y por una tercera y forzada separación de ti, MAMÁ MORFINA. Que estoy seguro, que estoy casi seguro de que pronto podré abrazarte de nuevo.
Que a las dos y media del 23 de diciembre de 1970, gente que habla de mi conversación, conversación sólo mía, que sólo yo y mamá morfina conocemos, que sólo yo y ella hemos llevado adelante en la conversación de verdades nuevas, mías y para mí, como la de amar a Giorgio. Como la de dos que buscan en el cuarto de allá alguien que se personifique en él.



*Traducción de Guillermo Fernández

5/10/12

ejercicios sobre el sílice/ Delmo Montenegro


ejercicios sobre el sílice          地獄
                            fluctuaciones del rojo sobre el rojo
                                     tortuosidades
                                    La Escritura es el Señor de todos los Minerales
                           mauvais sang
                                            espirales de fuego           llagas de El Greco
                                                                              aquí canta el Ángel Terrible
                                      la muerte blanca
                          El Otro Parnaso
                                   Sombras de Quintiliano
                                                                              La Barca de Cicerón
                                                                arrastrándose
                                    los poetas del Quinto Círculo
                                         Jigoku   La Serpiente

                                                                                                            Hamleto Señor Blanco-Jazmín
                                                                                 contra las estéticas del olvido







Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

Publicado en la "Revista Cultural Alternativas", Octubre de 2012.

ENTREVISTAMOS A YÉPEZ SOBRE OVNIS Y NOS MANDÓ AL DIABLO/ Sergio Ernesto Ríos



      

        Qué se puede decir de Heriberto Yépez (Tijuana, 1974) nuestro primer postmexicano, psicohistoriador, opinólogo fronterizo, polígrafo, proyecto de sanador del alma nacional en dosis de autoayuda, como lo intentara en La increíble hazaña de ser mexicano, libro –poéticamente– relegado a las ofertas de Gandhi en 50 pesitos, nadie desea curarse. Mi penúltimo desencuentro con Yépez fue su traducción de los caprichos soporíferos (que son 25) de Jerry “Sonaja” Rothenberg, aunque los chamanes judíos de Nueva York jugando a Danza con lobos nunca fueron mis favoritos. Confié. El último desencuentro fue esta entrevista. Había leído hace tiempo aquel ensayito “Aforismos Ufológicos. Avistamientos en el planeta Maussán”, donde Yépez confiesa que ha visto OVNIS dos veces en su vida, esperaba grandes revelaciones, pero en esta ocasión –el burro por delante– nos da burro-cebra por liebre, según dicta la hospitalidad típica tijuanense. En venganza, agrego al final una selección de aforismos extraídos del ensayo mencionado que con mucho cariño mutilo, robo y abduzco para ustedes.


VICE: ¿Por qué creer en los OVNIS y en ese caso qué reflexiones significativas aportan al hombre normal y a la vida diaria? Los lugares comunes apuntan hacia la orfandad, el “no estamos solos”, lo mismo al ámbito de lo divino, también a la fatalidad de ser invadidos y dominados por “seres superiores” y, claro, a una supuesta tecnología inimaginable.

Heriberto Yépez: No, no “creer” en los ovnis, no; mantener la apertura a analizar la evidencia. Hay mucha, muy diversa; desde la absurda e inverosímil hasta la que es difícil de desechar, por su alto nivel de complejidad: avistamientos colectivos, grabaciones muy claras de tecnologías con vuelos mecánicos, etcétera. Más que pensar esto en su expresión en la cultura popular o sus implicaciones, lo necesario es mantenerse abierto a analizar evidencia.

VICE: Expedientes desclasificados y documentales transmitidos por televisión afirman que el Area 51 –que tantos desvelos, úlceras y bilis le causaran a Jaime Maussan– era simplemente un proyecto de aviones veloces e invisibles con funciones de espionaje y ataque durante la Guerra Fría. Carl Sagan negaba la posibilidad científica de que un fenómeno tan verificable, tan visible, tan escandaloso, en un mundo de telescopios, radares y cámaras,  pudiera ocultarse fácilmente y hacia el cálculo de avistamientos por día en el planeta y, por lo tanto, de existir, prácticamente todos seríamos testigos del fenómeno OVNI. ¿Cuál es la visión que compartes al respecto: vida en otros planetas, experimentos militares, visitantes que siempre estuvieron, la tierra como un laboratorio extraterrestre, un pacto entre potencias extranjeras y seres de otros planetas?

Heriberto Yépez: Vida inteligente en otros planetas, con capacidad tecnológica para salir de su planeta a distancias y velocidades mayores que la desarrollada por la NASA, por ejemplo. No somos los únicos seres inteligentes que pueden salir de su planeta, ni somos los más desarrollados tecnológicamente.

VICE: El cine en sus orígenes provocó asombro y pavor, George Méliès, tenía el oficio de ilusionista, y dejó su “Viaje a la Luna” con esos bizarros selenitas de coreografía. Orson Welles y su adaptación radiofónica de “La guerra de los mundos” creó el caos. En las civilizaciones antiguas los dioses y los mitos se involucraban con lo celeste: las constelaciones, los solsticios, los fenómenos meteorológicos y ello era parte de una comunión en  religiones y ritos, en una época de estafas y manipulación colectiva, ¿cómo verificar, vincularse o participar de un suceso transplanetario- transhumano?

Heriberto Yépez: No tengo la respuesta. Creo que nadie la tiene.

VICE: Más allá de la moda reciente de sobreinterpretar mitos, pirámides, petroglifos e imágenes que comprueban que siempre hubo trato con civilizaciones de otros mundos, 1947 en Roswell  es el momento esencial y Norteamérica la sede del contacto; por una peculiar coincidencia etimológica ese “alien” norteamericano también es el migrante, la ansiada Green card o Alien Registration Card le otorga al “alien” su estatus de residente, y de nuevo, casualmente, simbólicamente, se llama green card porque entre 1946 y 1964 tuvo un color verde. ¿Las fechas (1946 y 1947), lo etimológico (alien- extraterrestre y alien-migrante), lo fortuito también habla de una metáfora ostensible hacia “aliens” con nombre y apellido y contactos muy próximos?

Heriberto Yépez: No entiendo la pregunta.

VICE: ¿Se trata siempre de naves y luces, más que de cuerpos, esto habla de una paranoia tecnológica? Ahora bien los cuerpos que el imaginario extraterrestre presenta describe seres asexuados, de profundos ocelos negros (semejantes a los de muchos de nuestros insectos), cuerpos blancos, a veces luminosos, estatura pequeña, cabezas calvas, comunicándose por telepatía, sin nariz, sin boca. Si se tratara de la descripción pesadillesca de uno de tus pacientes ¿qué podrías deducir de un ser fantástico o monstruoso de este tipo?


Heriberto Yépez: Eso sólo lo podría responder seriamente en relación con la historia familiar e individual del paciente, y en relación con su salud emocional, historial personal; o sea, no se puede establecer una relación directa entre descripciones de seres y su significado psicológico independientemente del contexto o caso específico.


VICE: En uno de sus manifiestos utópicos religiosos, el poeta brasileño Roberto Piva escribe: “Creación de una política eficiente & con mucha información al público en relación  a los Platillos-Voladores. Formación de grupos de contacto & intercambio de información. Facilitar relaciones eróticas entre terrestres & tripulantes de OVNIS”, ¿qué opinas de esta propuesta erótica, y qué otras propuestas agregarías sobre este tema?

Heriberto Yépez: Es un juego poético; es decir, no me parece que se pueda reunir el imaginario en torno a los ovnis, como si eso fueran los ovnis.

VICE: En tu libro “Made in Tijuana” mencionas la intervención de Allan Kaprow al minarete del Casino de Agua Caliente –que marcaba el arribo al paraíso de todo lo prohibido– convertido en una risible nave mexicana, si hoy hubiera una invasión extraterrestre e hipotética dominación ¿cuál de tus oficios terrestres escogerías (solamente uno): escritor, traductor o psicólogo y por qué?

Heriberto Yépez: Psicólogo; porque los cambios en la psique humana serían tremendos. En tus preguntas hay una gran presencia de imaginarios populares en torno a los extraterrestres, que no dicen nada sobre los extraterrestres sino sobre la forma en que el humano reacciona ante la posibilidad de vida extraterrestre; si así imagina ante la mera posibilidad, su reacción ante un encuentro cuerpo a cuerpo o, al menos, frente a tecnología extraterrestre causaría un cambio radical en el mapa emocional y en la imaginación humanas. La fantasía humana no volvería a ser la misma.








Aforismos ufológicos de Heriberto Yépez
Selección de Sergio Ernesto Ríos


Los extraterrestres son eso que necesitamos para realmente autodefinirnos.

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Haber visto ovnis alteró radicalmente mi imagen del universo y todos los conceptos centrales de la humanidad; sin embargo, yo mismo apenas me escucho decir esto me lanzo a reír de mi propia cursilería.

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Los ovnis mismos suscitan que los avistamientos sean dudosos o ridículos. Han investigado la televisión humana y se han dado cuenta de que sólo siendo pusilánimes podrían llamar la atención terrícola.

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A la ciencia le pasó de largo (¡e inclusive niega!) el fenómeno más importante de nuestro tiempo. La ciencia, por lo tanto, ya no puede tener casi ningún crédito. Los ovnis sí que son un golpe bajo a la Modernidad.
 
 
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En un mundo regido por la fe en la imposibilidad de la trascendencia, la abducción es el sucedáneo de la trascendencia.
 
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La abducción nos permite volver a creer en la posibilidad de salir de este mundo sin la necesidad de creer en Dios o el Cielo: basta creer en los extraterrestres o, mejor dicho, en su existencia plomiza en los semisueños.
 
 
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La abducción extraterrestre próximamente vencerá al narco-secuestro como fórmula favorita de las chicas para tener una cita a ciegas.

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Lo que los humanos llaman "inteligencia" se llama retraso mental en otros planetas. Encontrar inteligencia extraterrestre será descubrir nuestra oligofrenia.
 
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¿Cuál es el mejor pastelazo en la historia universal del humor absurdo?: una nave espacial estrellándose en suelo extraño. Ja ja ja (risas grabadas).

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Me parece una bendición provisional que los ovnis todavía no formen parte del discurso político público.
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Los nerds nos aficionamos tanto a la ufología porque es nuestra única esperanza de algún día tener emociones fuertes.

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El Área 51 es una base restringida con instalaciones secretas más intrigantes que nuestra propia psique.

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Cuando tengamos el encuentro con habitantes de otros planetas sabremos por fin que esencialmente somos "terrícolas", un nombre que ahora pertenece exclusivamente a la ciencia ficción kitsch.

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Comprobar que los extraterrestres no son moralmente superiores que nosotros sería la decepción más grande después del sacrificio fallido de Cristo.
 
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Cuando dos razas se encuentran pronto surge una nueva sexualidad, un nuevo erotismo.


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El principal problema práctico que se presentaría después de un encuentro de mundos serían los celos.

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Si Sade hubiera escrito sus novelas en el siglo XXI no estarían protagonizadas por sacerdotes y libertinos sino por extraterrestres.

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Como proyección psicosocial, los ovnis implican que el hombre no cree que el avance de la tecnología sea finito.

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Los ovnis nos hacen seguir creyendo en una de las peores supersticiones de la humanidad: la tecnología como progreso irrefutable.

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En el futuro todos seremos extraterrestres.

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La existencia de vida extraterrestre inteligente que nos visita es el problema más interesante que debería debatir la filosofía.

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Los extraterrestres son los parientes ricos de los indígenas. Son las culturas indias de la atmósfera.

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Si los extraterrestres existen, la humanidad tiene sentido.

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Si el hombre está solo entonces no es más que –para usar la fabulosa expresión de Burroughs– a random event in a dying universe, un suceso gratuito en un universo moribundo.

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Jaime Maussán desempeña en nuestra sociedad el papel de un profeta popular: explica eclipses solares, fenómenos climáticos, complots políticos, erupciones volcánicas, cambia la mente del pueblo, comunica con el cielo, vaticina el futuro, ¿no es todo esto lo que hacía un visionario, auténtico o falso, en las culturas precolombinas?





Publicado en la "Revista Vice", septiembre de 2012.