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Cinema de los Sentidos Puros



Va completo Cinema de los Sentidos Puros (1931) de Enrique Peña Barrenechea.

1.-
Aun no he nacido. Lo que estáis viendo es magia. Aben-
Ad-Mar y las palomas que surgen de sus mangas de nubes
y oros.
Madre no va a creer. Y va a llorar. Va a llorar.
He estado cerca de sus ojos. Me he arraigado a su
angustia y a su risa. Pero es la verdad, amigos, que no he nacido.
Hasta ¡qué perfecta soledad, el mar es mar y la nave,
nave!
Pero yo os digo que es magia y vais a estar mirando
inútilmente a la nave y al mar.
Miento. Crece la lejanía. Crecen mis diez dedos. Y soy
una tarántula deforme que me asfixio y me gozo.
He dicho: Está perdido. Miento. He dicho: Está perdido.
Estoy mintiendo. He arrancado el secreto a la gacela
ciega a la lluvia albísima en el jardín lejano de las cítaras.
Oídlo: la música de lo perdido envuelve el mundo. Hace el
mundo. Hace la soledad crecer por mis cabellos.
No. Estoy mintiendo. Tremenda exactitud. Ciencia de
asombro y de tristeza, par a par, certeza a certeza, júbilo
a júbilo.




2.-
La mirada suspensa de los hilos del asombro en el
camino que hace de la lágrima al tiempo. El cielo acechando
la flor sonámbula.
El hombre aún puede avanzar en su vigilia hasta qué
lejana extensión de dominio, al impulso febril que brota
de su angustia.
Vago mundo de niebla, de alegría lejana –lejanísima–,
de la sonrisa que aromó el sueño del naranjo atónita por
el acento furioso de las mujeres ciegas con sus cabelleras
al aire, por las miradas hondas de los bociosos y sus
costos que se les enredan a los pies de falanjes terribles.
El hombre en el centro mismo de la soledad. Y el
tiempo lejanísimo siguiéndole de alba a alba, de estupor a
estupor por las zonas del arpa o la tarántula.
Estáis viendo. Triste alegría de la costa que nace al
recuerdo y que se esfuma pronto. El hombre siente entonces
en su carne el bullir de los mares y es una ola gigante
que se traga a sí misma. El hombre es el mar. Creedle, a
través de todas las latitudes y todos los designios.





3.-
Yo conocí al rey dorado de las cítaras, aquél que tenía
una preciosa barba de azucenas y hechizó la ceguera del mirlo.
He estado mil siglos en el laboratorio de los sueños y sé
que de la reacción de la noche y mis sienes, nacen los ojos,
la flor, la línea.
Vais a estar engañados. Hasta que punto vais a estar
engañados.
Entonces ni la misma alegría de los animales extraños.
¡Ah la gorgona enlucerada que puede modelar mi cuerpo
como una flor tremenda!
Forzar la soledad. Sorber en bruta soledad el último
rezago de aire.












4.-
Sucesión de lunas hasta acabar en eco.
La primavera un día nació de sus cabellos.
Animal primitivo mordedor de luceros. Debí seguir sus pasos
por la luz o la niebla.
Caja de brisa guardaba pena honda. Y el mar le cantó una
canción tierna para su sueño.
Geometría de nubes. Alfil del cielo. Ángulos de la sombra y
del perfume.
Me ha costado dolor asirme a tu recuerdo.















5.-
Revives. Ésta es la ruta que buscábamos. Hago mi
canto. Canto. Revives. Eres un color. No eres un color. Te
digo: Éste es mi sueño. Tú no sabrías qué decir. Te quedarías
como el sonido de la mandolina, como la lluvia que se enredó
en el arpa. Como ¡sabe Dios qué florecilla!
Revives. Escuchamos la misma música. Levantamos los
ojos y se nos viene un lucero a las manos como una
abeja, gozoso de nuevo goce, de una alegría que es
casi otra alegría y que pugna en sucesión de felicidad
y en desencanto de la misma.
Nuestros pies son de vidrio. Nuestras manos son de
vidrio. Nuestros ojos apenas son dos pétalos.
Hemos caminado toda la vida para este encuentro. Y
yo estoy alegre como ese animal rosado de mi sueño que
se tragaba los violines.









6.-
Al lado del ángel ciego. Con la flor de ojos muertos,
con la mano azul y feroz de los náufragos, el habitante
de su delirio.
Cuando nos llama un bronce por el cielo con llagas.
Mundo de celestía y magia perdurables. Mano de la estrella
sangrante que, a veces, es una flor de espumas.
Entonces yo puedo decir lo que es la desesperación.
Hurgando en la tierra de infortunio, atento al grito de
alegría. Sujetar los caballos rosados del alba. Este es mi pecho.
Este es el mar que nace de mí mismo.
Cuando-jubiloso guerrero- puedo cercenar las cabezas
doradas de las nubes.












7.-
Apenas canto vuelvo al más hondo olvido. A la zona
transparente de la naranja y el lirio, con celestes nenúfares
y con arpas de nieve.
No llorarás. No lloraré. Súbitamente, un ser sin nariz
que se traga su carne. Baba inmunda. Y la mala noticia.
Y el moscardón maldito. Vago al afán. Y al secreto por la
ciudad de sal y de infortunio.

















8.-
Bisonte rubio enreda tréboles en sus barbas de espuma.
Imposible colina. Alta torre de niebla.
Antropófago alegre se traga los paisajes. Y llora una
bandada de arpas por el cielo.
Tu asombro petrifica la gacela del alba.
Susto de las alondras cuando el mar es una hiedra
que repta por los árboles.

















9.-
Del biombo de la luna voló la golondrina. La mitad
negra, la mitad aire y al alero en que cante nadie la
escuchará.
Canonización del agua y la luz.
Reclinada en la casita, como un arbusto, la tarde novia.
Mano de arcángel y mitología dibujando palomas en la
lluvia.

















10.-

Tus ojos son las flores más tristes de esta hora. Y con
hilos de música te tejerán los pájaros una niebla rosada.
No. Ahora tú no existes. No podrás existir. Has volado
como un cielo a otro cielo, a otra brisa, a otro bosque.
Podrían crearte mi vista, mis sentidos todos, pero es
vano todo mi empeño de sueño o realidad porque tú ya no
vives ni en la niebla vaga, ni en dura tierra.
Amo este estar amándome a mí mismo. Hasta qué punto
el cielo es fácil y es certeza. Amo este crear un dolor nuevo
que es casi una alegría.
Yo insistiré en que no me creerás nunca. En que no me
van a creer nunca.











11.-
Primer atisbo de los tréboles. Cuando a la rosa le da
miedo danzar en el viento con un solo pie.
Comprendo que no tenía razón. Que sí tenía razón. Un
ejemplo de silabeo, de cartilla en prima: al a-gua le due-le
la fren-te.- Ah, pero los pianos cavan hondo y los malos
arcángeles muerden las rosas y las lluvias.
Carbonización de las gacelas. Curva del grito por encima
del cielo. Soledad de la música en los jardines del aire.
¡Cómo desespero de gritar con ferocidad última: aquí estás, aquí no puedes sino estar!















12.-
El silencio del mundo ha nacido en mi frente.
Tú vas a callar hasta que perfecta soledad de nube
remotísima, hasta donde están la sonrisa de la flor y la Virgen.
Yo cantaré la misma canción: la de las lilas en la barca
de la luna.
Apareceré en primer asomo, casi rosado, al alba.
La caracola del sueño apegada a mi oído.

















13.-
A Xavier Abril y
a Sara Acosta

Presencio esta guerra. Gozo. Los reyes en atmósfera
de atormentados lirios. La alegría furiosa de las flautas destrozando
con sus dientes la flora del mundo.
Aquí nace zona de delirio. Cuando puedo detener el camino
de las nubes con mis garras gorilas, cuando puedo comer
de la tierra más sucia y alimentar con mi angustia toda esa
zoología de sueño: las cítaras con sus cuernos dorados, el arpa
de cola de faisán, la naranja con alas de paloma.
He penado siglos y siglos para ambular ahora libre por
mi mundo, para coser con hilos de lluvia el desgarrado traje
de los limoneros, para deciros: Gozad. Alegraos de esta vida,
que es mía.










14.-
La música del cielo se abre como una rosa a nuestro
asombro.
La alegría de lo perdido hallado en el jardín de nubes.
Casa enana con su tejado de melancolía, con su ritmo de
lluvia y la primera alondra enamorada.
Ahí está el hombre. Un día el mar será una flor extraña
y embrujará la casa.

















15.-
La flor que nació en el aire. La flor que no nació. ¿Ves?
El cielo, a veces, baja hasta mis manos y otras veces es una
ola tempranísima en este mar de soledad.
¿Quién animó la ruta clara y sencilla? ¿Qué sueño iluminó
los primeros limoneros del alba?
Toda la noche estuvo mirándome el silencio sumiso
como un perro.
Esta es la casa con los soportales recios. Aquí se echan
a cantar las flores. Hasta aquí llega el mar con su manto
de espuma y sus lindos zapatos de madrépora.














16.-
A Guy Chambelland
A veces, llora mi inquietud una antigua nostalgia.
A veces, soy un guerrero bárbaro degollando las mañanas.
A veces tu “Voy a volver” lo he hallado en el primer atisbo
del mirlo a la lluvia.
Ahora cuando tu nombre no tiene letras y los ángeles te
traducen la palabra lejanía.
Cuando surgen flores en el aire. Una pequeñita isla de
niebla. Ahí vive la novia que se volvió, de repente, una gota
de agua.
Tu recuerdo sigue siendo la cosa más triste del mundo.














17.-
Yo ahogué la rabia de este sueño con esta flor y este
cielo.
Ahora soy el jardinero, loco, el sembrador de nubes en
esta soledad desesperada.
Canción lejana de tu acento. Dulce intención de asombro.
Aire de fuego para el pensado crimen del lucero.
Armador de esta nave de recuerdos, hoy ancla en este mar
sin horizontes.
Marinero embriagado con el licor morado de una estrella
tu nombre lo deshojo sobre el agua.
Ahora soy una isla. Ahora, cuando la soledad se recoge
en mis brazos, cuando se hace pequeña como un niño.












18.-
Ser el paisaje triste. El camino de aire para el clavel
con alas de mi sueño.
Miniaturista persa te dibujó el mar en cada uña.
Casa antigua a la sombra de este cielo, donde este mar
no quiere florecer una nave entre sus ondas.
Me angustio. Repito este arañar en el aire, este querer
correr hacia tus manos que deshojan la lluvia.

















19.-
Mi madre ha encargado un bosque para mi alegría
gorila.
Mi madre no miente nunca.
Ahora os voy a mostrar el primer paisaje de los sueños.
La gruta rosada de la luna en donde se acarician las
palomas.
Velero rubio que lleva a la novia del alfiler al huerto
de las morsas.
Mi madre sonríe. Y yo estoy al redor de sus cabellos
como los halos de los iconos.














20.-
En esta soledad, en esta dulce alegría de soledad, un
animal que muerde nieblas, que está contento con sus
recuerdos.
Una mano en el aire dibuja flores y crecen, crecen como
espumas de oro.
A la orilla de este sueño llegan los peces de los mares
antiguos, constelados de topacios.
En esta soledad nazco y envejezco; tengo mil años y me
piso las barbas.
Rabia gorila salvaje, clavo mis garras en las paredes
de tu ausencia.
Me curvo como un animal de museos, con escamas,
sin sexo, asqueroso.
En esta soledad me arrastro y dejo babas.
En esta soledad, a veces soy también un trébol, un hilo
de lluvia.
Pienso en el rapto de la luna por los ángeles bárbaros.
O en los ojos asombrados de la anunciación.
Yo desespero amigos de esta soledad. Yo estoy contento
amigos de esta soledad.




21.-
La luz es una flor triste para la fiesta lívida del mar.
Tu surges de esta hora, dulce clavel de sueño. Del límite
último cuando la carne asciende al cielo transparentada en la alegría de Dios.
Yo encanezco y trago nieblas.
Rabia oscura. Desgarrar alas de ángeles en tu memoria.
Ya es tiempo del asombro y no este hurgar a escondidas
del sueño.
Ya es tiempo de besar sumisamente las manos azules de
la madre y no este demoler la torre de aroma y agua de la
infancia, y no está rebelión que me acerca y me aleja y me
devuelve en grito y en locura.
Aquí vuelvo a decir mi pena. Perduro. Y canto con
calor de sal en los labios tajantes, gozoso en primera intención,
en plano de esperanza.










22.-
La nube jardinera y la luna esponjada de palomas.
Cuando voló la casa japonesa y enamoraba a los tréboles
tu risa.
Deletrea la lluvia su cartilla de oro.
Y el arpa que se duerme con la rosa en la mano.



















23.-
El mar incendiado detrás de los sueños. El grito desnivelando
las cortezas y el mar vertical devorando las montañas.
Ira del viento que deshilacha los témpanos y sus
enluceradas morsas.
Viene una bandada de águilas gigantes con collares de
estrellas marchitas.
Vienen, otra vez, el mar y el silencio de los más secretos
bosques. Y las olas feroces que se tragan la casa.
















24.-
Bodas tristes de libro y de la espuma.
Abriremos la luna como un libro rosado en las rodillas.
Por el mar de la brisa el barquito de vela de la música.







* *



Ved al mago sentado en el umbral del sueño. Y cabezas
de leona con diademas de música.
Ved la cueva de ópalos de los instantes adorados. Y el cielo
repasando en el piano del alba.
Fosforecen los peces. La celestía de Asia. Las gacelas rosadas
del bosque de la luna.
Ved al mago y sus barbas por donde sube el mar tejiendo
nácares.



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