3/6/12

El salto que el paquidermo no puede hacer




José Eugenio Sánchez (Guadalajara, 1965) es un poeta atípico, lejos del fulgor estatuario y la grandilocuencia que cubre a la poesía en un manto de frases rimadas tan solo aptas para iniciados y preceptos dignos de epitafios en letras doradas, su obra es brevísima, punzante y alegre. Un par de libros lo han vuelto un clásico Phsysical Graffiti (reeditado como Escenas sagradas de Oriente) y Galaxy Limited Café. En sus poemas ha aventurado nuevas hipótesis sobre el Western y el porno, utopías que le han costado al cine universal kilómetros y kilómetros de cinta magnética suficientes para sortear los 149’600,000 kilómetros que nos separan del sol.

Temáticamente la obra de José Eugenio Sánchez se allega a lo escandaloso, al resquemor  que provoca hablar del cuerpo y el placer, porque donde leemos erotismo, sexualidad o goce también leemos vida, el asombro potenciado, ese amour fou desentrañado once mil veces por Ron Jeremy desde el VHS hasta nuestros días, es decir, una posible definición del desajuste de los sentidos. 

Si la elaboración artística de Andy Warhol consistió en jugar con las nociones de manipulación de un contexto y  la producción en serie, a su vez, el pop de José Eugenio añade ese placer infantil de exagerar, la hipérbole, la caricaturización de los gestos, las situaciones y los personajes. Porque elabora pequeños poemas narrativos. Lo más parecido a un chiste. Pero no a cualquiera le es dado saber contar un chiste. El chiste confronta la realidad, desprende el lastre solemne, le pone apodos al gigante egoísta. El chiste –como buen artefacto del lenguaje– planea llegar al fondo del asunto, hacer una inmersión hacia lo descarnado. Dos ejemplos del poema freedom fries: “la libertad no dura/ se pudre antes que un tomate” y  “la libertad es una verde señora francesa/ que ilumina con su antorcha el puerto de new york”. Esencialmente, el humor nos lleva a descreer, un triunfo ácido, un antídoto contra la enajenación.



SER: Si te fuera dado escoger un superpoder, qué escogerías y para qué lo usarías?


JES: Nunca he tenido el poder, aunque a veces me han hecho creer que lo tengo, pero quisiera me fuera dado el poder del hedonismo totalitario y absoluto y tener el poder de regalarlo y nunca se me acabe. También me gustaría tener el poder de escoger la música ambiental de la mayoría de los lugares donde ando. Y tener el poder de detectar el sex appeal del resto de la humanidad y disfrutarlo entre alaridos, gritos, rechinidos de colchón, etc.  Quiero el poder de poseer la playa. Quiero el poder para regular el blof universal. Y el poder de la teletransportación. 


SER: ¿Si tu obra fuera un actor porno, quién crees que sería y por qué?

JES: Sería un placer orgásmico que fuera Mony Vibescu o Juliette. Me gustan los personajes del porno porque son felices, sin dudas sobre el bienestar o la alegría: si el plomero llega y encuentra a la ama de casa un poco frustrada e histérica de seguro él no traerá la piel bronceada ni ese overol fácil de desabotonar y arregla la llave y no cogen. Me gusta esa parte donde todos sin problemas de comunicación embellecen y cooperan y se esfuerzan por alcanzar el éxtasis, con tanta naturalidad como el proceso de la fotosíntesis.  

Mi obra quizá sería Linda Lovelace, porque entre confusión tradicional y fiestas, amor, lujuria filosofía, historia, música, irreverencia y frescura, básicamente son puras mamadas.


SER: ¿Qué opinas de que en México se oficialice la cultura y exista una carrera de artista, foros y consumo burocratizado sexenal?

JES: Por fortuna la cultura per se no es oficial.

Entre muchas razones vivimos una guerra por ser tan incultos e ignorantes y débiles mentales ambiciosos, egocéntricos, soberbios. Se supone que esas acciones de la cultura oficial deberían de ayudar a salir de esta crisis de sangre y credibilidad que exhibe el país hacia el resto del mundo y mucho más al interior.

En la ciudad donde vivo hay un estado de violencia similar o más intenso que en cualquier parte del país y (aunque desconozco el tema pero de lo poco que he visto se percibe que) las acciones que el organismo cultural del gobierno propone y ejecuta y legisla para disminuir los actos violentos terminan corrompiéndose y traficando influencias sin intenciones de crear un patrimonio histórico, cultural, artístico, social ni alcanzar su origen primigenio. Y participan en fraudes y en el desvío de fondos y acreditan la carrera de lamehuevismo y servilismo como atributos de excelencia. Tal cual si fueran una mafia, y esa es nuestra cultura por ahora, la cultura de la mafia, pero no me interesa el tema y en sí me da hueva, no me interesa generar violencia.



SER: ¿Cuál es tu idea de gloria, triunfo o éxito en poesía?

JES: Entre un montón de cosas la poesía repara lo que un mecánico no puede reparar
sana lo que una bruja no puede curar
es el salto que el paquidermo no puede hacer
la poesía es experiencia.


SER: En tus lecturas y presentaciones ¿cuál ha sido la reacción más rara del público o la que te parezca más entrañable?

JES: Hay algo padre en cada experiencia de leer frente a un público y participar con artistas de otras disciplinas, pero en Berlín, Instituto Cervantes, el educado y atento y frío público alemán me observaba vestido de vaquero leyendo en español, se me hizo cool no usar traductor ni subtítulos y en lugar de eso un buen rock, danza y varias payasadas, la mayoría de los espectadores no entendían lo que sucedía, extrañados miraban a la vaca de plástico y a la bailarina que invité al escenario y se sacaron de onda cuando encendí un cigarro en el interior de un teatro. El público era un muro inmenso sin correspondencia y me aterré, y  como 10 o 20 segundos antes del final bajé del estrado y fui por una persona del público, la subí y le puse mi sombrero, le di mis poemas y la dejé frente al micro, como si fuera yo y me largué antes de recibir los tomatazos ,y salir ileso; pero no, aplaudieron enloquecidos y conmovidos y me comentaron que se divirtieron mucho y la pasaron muy bien, yo no, hasta que uno me reclamó muy molesto mi actitud por haber fumado en un lugar cerrado y sentí que había hecho algo, al menos.

Y en Tetúan, Marruecos, en una universidad leí junto con otros poetas mexicanos y me sorprendí que los jóvenes marroquíes (la mayoría o todos musulmanes) ya me conocían o me había leído y les gustaban mis libros. Al final me tomé unas fotos con las chicas del público, todas vestían como en las mil y una noche con velos y vestidos bordados, y circulaba una energía sexual muy explosiva y yo en medio de ellas, todos muy apiñaditos, y la chica que estaba junto a mí olía a flores, y me dijo sin mirarme: es un honor tomarnos una foto junto a usted. Yo sonreí y mi corazón empezó a galopar como un camello enloquecido en las dunas del Sahara buscando la cantina Abu Nuwas. 


Publicado en "Revista Cultural Alternativas", Junio de 2012

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