21/11/08

Reseña de Adriana Dorantes

Nosotros que nos queremos tanto – Antología
Por el cliché de la Antología

por Adriana Dorantes

Bajo el subtítulo de Poesía Contemporánea Mexicana llega esta antología cuyo nombre es mitad burlón y mitad serio: "Nosotros que nos queremos tanto" busca reunir la poesía de autores contemporáneos, nacidos entre los años de 1965 a 1981 sin ningún criterio más que el del gusto por juntar poesía de autores que se quieren reunir en un nuevo libro.

Marcelo Pellegrini, en el prólogo al libro, admite la gran polémica que toda antología suscita; nos habla un poco de la historia de las antologías en México, en donde ya desde la "Antología de la Poesía Mexicana Moderna" de Jorge Cuesta, publicada en 1928, se confirmó que los criterios de selección causan siempre animadversiones e incomodidades. Ante esto, el autor señala que esta antología pretende una ironía y una burla, no en su contenido formal, sino frente a la percepción ya establecida de lo que una antología pretende ser. Así pues, a grandes rasgos y con la suficiente decencia, se ríe de las antologías.

El libro incluye poesía de varios autores, misma que es comentada individualmente, a manera de prólogo. "Nosotros que nos queremos tanto" inicia con la poesía ampliadora de la experiencia de Ernesto Lumbreras (Ahualulco del Mercado, 1966), quien sigue buscando lo inspirador en el lenguaje y creando situaciones reales y fantasmagóricas al mismo tiempo. A él le sigue la poesía quirúrgica de Carla Faesler (ciudad de México, 1967) donde se muestra su obsesión por el cuerpo mutilado, ortopédico y artificial. León Plasencia Ñol (Ameca, 1968) ofrece una poesía de lo cotidiano que explora los lugares, el campo y la ciudad, la tierra y el cielo.

Minerva Reynosa (Monterrey, 1979) presenta una nueva perspectiva de la poesía, que incluye juegos de lenguaje y desafía en la descripción de elementos; Rodrigo Castillo (ciudad de México, 1982) regresa a la pregunta sobre la soledad y la crudeza del mundo. A él le sigue la lírica del rock y el haikú que se combinan en Julián Herbert (Acapulco, 1971) y la burla y el juego de Víctor Cabrera (Arriaga, 1973).

Amaranta Caballero (Guanajuato, 1973) presenta una poesía de enojo y denuncia anclada a la realidad y a la sociedad. Después, Luis Felipe Fabre (ciudad de México, 1974) encuentra la profundidad y la filosofía en hechos cotidianos y Mónica Nepote (Guadalajara, 1970) se preocupa por plasmar imágenes e ideas en la palabra.

Sergio Ernesto Ríos (Toluca, 1981), quien es el más joven de esta antología, nos acerca al final de la misma con una poesía de ritmo, de origen y de cambio. A él le sigue Rocío Cerón (ciudad de México, 1972) con el interés de hacer que el poema hable por sí mismo. Ángel Ortuño (Guadalajara, 1969) apuesta por la poesía al estilo de los documentales tipo mondo, donde se vive una sensación de rareza que fascina. El último en aparecer es José Eugenio Sánchez (Guadalajara, 1965), quien nos deleita con poemas tragicómicos sobre la vida urbana y que se encuentran, en realidad, muy cercanos a la demencia.

Esta antología, entonces, recorre varios mundos y varias percepciones del mismo. En general se aprecia que algunos aún están buscando el legado de las vanguardias europeas de principios del siglo XX y de la poesía de Breton; otros, en cambio, siguen apostando por lo clásico, lo pastoril y lo humano al estilo de Góngora; y otros más, contrariamente, aterrizan su palabra en la actualidad más inmediata, en la tecnología y los extraterrestres.

Al final, "Nosotros que nos queremos tanto" sí logra reunir un poco de todo, de ese todo que, regresando al prólogo, está buscando celebrar y reconocer una especie de cariño y de gusto por escribir poesía.

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