Querido
papá
Tú que
estás ahora en las pasturas celestes, en las pasturas terrenas, en las pasturas
marinas.
Tú que
estás ahora en las pasturas humanas. Tú que vibras en el aire. Tú que amas a tu
hijo Alesi Eros.
Tú que
has llorado por tu hijo. Tú que sigues su vida con tus vibraciones pasadas y presentes.
Tú que
eres amado por tu hijo, Tú el único que estaba en él. Tú a quién llaman muerto,
ceniza, mundicia.
Tú que
eres mi sombra protectora.
Tú a
quien amo en este momento y siento más cercano que cualquier cosa.
Tú que
eres y serás la fotocopia de mi vida.
Que
tenía 6-7 años cuando te veía Hermoso-fuerte-orgulloso-seguro-arrogante,
respetado y temido por los demás, que tenía 10-11 años cuando te miraba
violento, ausente, malo, que te veía como un ogro, que te consideraba un
Bastardo porque golpeabas a mi mamá.
que
tenía 13-14 años cuando yo veía que veías perder tu papel.
que yo
veía que veías el surgimiento de mi nuevo papel, del nuevo papel de mi madre.
que
tenía 15 años y medio cuando yo veía que veías los litros de vino y las
botellas de coñac que aumentaban espantosamente.
que yo
veía que veías que tus miradas ya no eran hermosas-fuertes-orgullosas, fieras,
respetadas y temidas por los demás.
que yo
veía que veías alejarse a mi madre, que yo veía que veías el inicio de un
normal, dramático desmoronamiento.
que yo
veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando
considerablemente.
que
tenía 15 años y medio viendo que veías que yo escapaba de casa, que mi madre
escapaba de casa.
que tú
querías representar al Duro.
que no
tuviste ninguno.
que te
quedaste solo en una casa con dos cuartos, más servicios.
que
los litros de vino y las botellas de coñac siguieron aumentando.
que un
día, que el día, en el cual viniste a sacarme de los separos secretos de Milán,
vi que te veías solo. que tú querías a tu mujer o a tu hijo o a los dos en
aquella casa con dos cuartos más servicios. que he visto que veías que estabas dispuesto
a todo, con tal de recuperarnos.
que he
visto que has visto tu mano tendida en señal de paz, de armisticio.
que he
visto que has visto sobre tu mano un esputo.
que he
visto que has visto tus ojos, lagrimeando soledad incrustada de sangre
masoquista, punitiva.
que he
visto que tú has visto el deseo de querer castigar tu vida.
que he
visto que veías el deseo de no sufrir que he visto que veías los litros de vino
y las botellas de coñac aumentando continuamente.
que he
visto que veías en aquel periodo tu vida futura.
que
supe que sabías que tu hijo era un drogadicto, que tu mujer esperaba un hijo de
otro hombre (hijo que a ti no te quiso dar).
que he
visto que veías pasar 3 años. que he visto que veías que el día 9-XII-69 no
viniste a verme al manicomio porque estabas muerto.
que
ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas baraja con el descarte,
haciéndote el descartado.
Pero
jugando, igualmente, que ahora ves que veo que te adoro, que te amo desde lo
más profundo del ser.
que
ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI FELICE PADRE DE EROS ALESI
EROS
que
ves que yo veo que he huido una vez más hacia la soledad.
que tú
ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la misma negrura que yo veía
que tú veías.
que
seguirás mirando lo que veo.
Yo
tenía 14 años
Yo
tenía 14 años cuando la carne de mi ser se convirtió en un hueso caliente.
Tenía 14 años cuando la carne de mi gusano se convirtió en un hueso caliente. Y
se encorvó como hocico de caballo trotante, sobre los rizos de dos labios que
chupaban la simiente vital. Tres cruces y un fraile sin barba, en la tierra que
bebe la sangre de Dios/ Amor por la situación nacida/Que las ondas vibrantes
desgarren las tinieblas y la espesa densidad nebulosa de mis verdades. Y el
gran rechazo del sudario escarlata de la muerte. Que lloro sobre un cuaderno
encontrado en las grutas del Pincio. Hierba verde, umbrosa y fresca.
Que el
gran mar del relajamiento. Que roma. Que los goterones y el vientecillo
atlántico del 6 de marzo de 1970. Que da color de onda propia a los grandes
sonidos que el vientecillo atlántico del 6 de marzo cubre, con la arena de la
indiferencia oportunamente situacional, las masacres los estragos de mis
verdades. Después de cuánta sangre coagulada tendré que acumular mi credo en la
máquina destructo-creativa del espacio.
29-1-1971
Roma
Que
hierba verde, sombreada y fresca. Que aparece el gran mar del gran
relajamiento. Que roma, el vientecillo atlético de febrero de 1970, que el
vientecillo del 6 de febrero de 1970 cubre con su arena, oportuna e
indiferentemente, mis verdades. ¡Quién sabe! Después de tanta sangre coagulada
habré de caer en
la máquina destructo-creativa del universo.
Que he
oído a Giorgio
Que he
oído a Ettore caer al suelo y que no me gusta sentirme único vencedor, que
tengo terror de quedarme solo en cualquier condición. Pero debo estar a solas
para ser buda.
Que a
las 4:10 he oído claramente los gritos de Ettore, haciéndome cómplice de su
dolor. Que la voz de Giorgio señalaba la verdad.
Que a
las 4:20 en la Piazza Bologna, yo y la esencia, el recuerdo, la impresión de
Giorgio, éramos una chinga. Porque no eran como nosotros que dentro de poco la
familia Bonaventura encontrará en una cama de la casa que está en la calle
Andrea Fulvio el calorcito que buscaba.
Que no
quiero heridos.
Que te
cuento, querido padre…
Que te
cuento, querido padre, de mi viaje a la India. Que estoy seguro, cierto que me
escucharás.
Que ya
son muchos meses de anfetaminas. Que por algún tiempo las anfetaminas eran
inconseguibles en las farmacias. Que el mercado negro las vendía a precios
odiosos. Que mi viaje por Nápoles –boleto de ida y vuelta– que Nápoles era un
lugar casi virgen para las anfetaminas. Que el boleto de regreso a roma fue a
dar al excusado. Que un mes en Nápoles, ciudad que quiere vivir al paso de los
tiempos, aun conservando un subrepticio tradicionalismo –que en Nápoles, Piazza
Municipio, estaban Gionata Usi, Lorens y muchos más. Que todos los días dos o
tres frascos de Ritalín-Metredina-Desoxyn-Psichergina-Tempodex. Que luego la
ocasión de un robo de diez mil liras y la paranoia obsesiva me llevaron a
Foggia –que fuga en Manfredonia– que el único greñudo de Manfredonia me regala
su documento de identidad –que prosigo de aventón hacia Brindisi –que tu
espíritu, tus palabras, tus moléculas me han ayudado. Que encuentro cinco mil
liras, suficientes para embarcarme con rumbo a Gominizza
–que
luego nada, padre, nada de jeringas ni de intravenosas. Que he viajado solo, la
mayor parte a pie, por las faldas de los montes que forman la frontera de
Salónica. Que en Salónica encontré a un francés, maduro para una venganza justa
e injusta. Que estaba maduro, querido papá, para la diosa y no diosa muerte.
Que el regresó a Francia, que yo directamente a Estambul.
Querido
padre, que Estambul nos recuerda –me recuerda un año de cárcel. Que te amo,
querido padre, y que casi siempre te he amado. Que no deseaba tu ansia, tu
dolor. Que llego a Estambul con el falso documento de identidad, sin una lira
turca. Que robo dos pasaportes, un extraordinario reloj y algunas monedas. Que
en Estambul me inyectaba inmemorables dosis de tintura de opio. Que me hallaba
sereno, que sólo te recordaba en momentos de inspiración. Que después del robo
una obsesiva paranoia. Que un taxi hasta Estambul oriental. Que la paranoia me
corroía. Que finalmente Izmit. Que encuentro a un francés en el primer viaje.
Que trabajo en Modino gracias a mis conocimientos de turco. Que una tarde
dentro de un hotel de cuarta clase. Que aquí George Souterbanc deja su pantalón
bajo la cama, con los pasaportes y doscientos cincuenta dólares. Que gran lucha
introspectiva, querido padre. Que al fin huyo con los pantalones del francés.
Que taxi. Que 50 gramos de opio líquido. Que en un pueblo cuyo nombre no
recuerdo tomo un autobús directo a Ankara. Que paranoia obsesiva, que en Ankara
un avión a Erzerum. Que horas contadas con el cuentagotas. Que al fin directo
hacia Irán. Que tres días de viaje bebiendo el vomitivo líquido de opio
líquido. Que el primer retén es la aduana, y el opio a salvo. Que luego en
Tabriz, con pocas horas de espera. Que compré dátiles y manzanas. Que
finalmente Teherán. Que Amircabir Hotel, el hotel para turistas adinerados. Que
opio a montones. Que cinco veces heroína, y fumada, según la usanza local. Que
pericazo –que piquetazo. Que esperaba más de la reina de las drogas. Que veinte
comprimidos de morfina de 32 mg. Que cylon. Que contar. Que un nuevo robo
(reloj ytansistorizado), que menos paranoia que la primera vez. Que tren para
Mescad. Que los últimos quintos para Herat (Afganistán). Que en Herat ayudas a
causa de la recíproca simpatía de un muchacho alemán. Que viajo hasta Kandar y
encuentro a un viejo compañero francés, Fransuas. Que juntos vivimos la vida
con el último dinero restante de un pequeño robo de ampolletas de morfina. Que
el ser viajaba. Que el ser estaba reducido a andrajos de colores. Que las campanas tocaban. Que tocaban
lentamente los 12 tañidos. Que con gusto me bebería un vaso de leche fría.
La Comuna de la calle Andrea
Fulvio
Que la Comuna de la calle Andrea
Fulvio ha contribuido a formar mi ejército defensivo. Ejército que debe
defenderse del propio Estado.
Que la comuna, común al hecho de
ser echado de la India y como tantos otros me han gritado que el enemigo que yo
identificaba, y acaso identifico aún en los otros seres vivientes, no eran más
que mi propio ser. Que quizá llegados a este punto también podría decir que mi
fuga, que mi insistencia en mi rol, mi viaje se vielve nefasto en el mismo
nivel de cuanto puede ser propiciado por buenos arúspices.
Que me he apartado de la Comuna de
la calle A. Fulvio con la boca amarga.
Tal vez debí darle tiempo al
tiempo para endulzármela. Llegados a este punto ya no entiendo nada, ya no sé
nada. Sé que estoy en un tren que va a Brindisi –que el resto pertenece al
después, a los mañanas luminosos y a los mañanas negros.
Que escribo, que he escrito.
Que hoy estoy contento…
Que hoy estoy contento de ser lo
que soy, de poner los pies sobre el mármol de Trinità dei Monti, de fumar un
goluas sin filtro. Que soy el azul en una paleta de acuarelas. Que el gong
diamantino trisobresalta intermitentemente un sonido rítmicamente rimado. Que
tam tam palpitante. Que la onda caliente viaja cálidamente. Que la onda
caliente penetra en toda materia. Que busco el silencio. Que busco el silencio
colmado de perfumes dulces. Que el silencio neuropático, neuro paranoico. Que
soy feliz. Que estoy feliz del vacío, del vacío del vacío. Del vacío que no
encierra nada, ni siquiera la felicidad. Que aún el ilusorio, delicado, benéfico,
amigo, amante sincero, dios humanamente dios, dogma creído desde lo más
profundo del corazón. Que resbala en la sangre como un ladrón bueno. Que la
vela llora las últimas lágrimas de su cuerpo. Que yo aúllo mi alegría de ser.
Que aúllo de gozo al poder aullar mi dudosa serenidad. Que siento el flashazo del amor, de la paz, de la
serenidad, de la confianza, del vivir sin pensar. Que dios yo. Que dios grande
yo. Que grandísimo dios yo. Que dogma creído yo. Que vibran las ondas. Que las
ondas vibracionales rebotan. Que los signos trazados en esta hoja dejan las
ondas vibracionales. Que estos signos son parte de mi dimensión situación. Que
el bajón, que el bajón es parte de mi dimensión situación. Que todo es parte de
mi situación situacional.
Que a la mitad de mi pecho siento
fuerzas que empujan a los huesos del tórax. Que siento la sangre bombeada
obsesivamente. Que me siento extrañamente. Que siento fuerzas guerrear. Que
siento una gran fuerza. Fuerza ansiosa por descargarse. Fuerza que hace la
guerra. Fuerza que querría crear. Fuerza que ya creó.
Querida, dulce, buena…
Querida, dulce, buena, humana,
social, mamá morfina. Que tú, solamente tú, dulcísima mamá morfina, me has
querido bien, como yo quería. Me has amado totalmente. Yo soy el fruto de tu
sangre. Que solo tú has logrado que me sienta seguro. Que tú has logrado darme
el cuantitativo de felicidad indispensable para sobrevivir. Que me has dado una
casa, un hotel, un puente, un tren, un portón, y los he aceptado; que me has
dado todo el universo amigo. Que me has dado un rol social, que pide y da. Que
a mis 15 años acepté vivir como ser humano, “hombre”, sólo porque estabas tú,
que te ofreciste a crearme por segunda vez. Que me enseñaste a dar los primeros
pasos. Que aprendí a decir las primeras palabras. Que sentí los primeros
sufrimientos de la vida.
Que experimenté los primeros
placeres de la nueva vida. Que he aprendido a vivir como siempre soñé vivir.
Que he aprendido a vivir bajo los innumerables cuidados y atenciones de mamá
morfina. Que jamás podré renegar de mi pasado con mamá morfina. Que tanto me ha
dado. Que me ha salvado del suicidio o de la locura que casi habían destruido
mi salvavidas.
Que hoy 22-XII-1970, que aún puedo
gritarle a los demás y a mí mismo, a todo lo que es fuerza noble, que nada ni
nadie me ha dado tanto como mi benefactora, protectora, mamá morfina. Que tu
eres infinito amor, infinita bondad. Que yo sólo te dejaré cuando esté maduro
para la muerte amiga o cuando esté tan seguro de mis fuerzas para lograr estar
en pie sin las potentes vitaminas de mamá morfina.
Que
Roma
Que
Roma. Que el paisaje desde el tren a Milán. Que la frontera suiza. Que ocho
días en Milán. Que de nuevo en Roma. Que cansada, desesperadamente otra vez en
Roma. Que el loco estado de ansia debido a una cruda de Ritalín. Que de nuevo
sin biombos que cubran mi ser. Que me encuentro de nuevo frente al ambiente –a
mi ser. Que el ambiente es el ser que soy. Que estoy epilépticamente cansado.
Que estoy epilépticamente cansado de un día de serenidad y tres de locura
consciente, de ansia bastarda.
Que me
hace dudar de la veracidad de mi historia pasada, del credo actual. Que la
alegría y el interés de vivir ya pasaron. Que el tedio, la monotonía, el
cansancio de vivir gobiernan mi forma de ser y mi vivir. Que la bola rebota en
tiempo vibracional. Que las ondas corren, van y vienen, salpican, brotan, se
lanzan, aceleradísimas, rebotan, vibran, oscilan con la velocidad del estímulo
del instinto. Que espero en la sala cinematográfica de mi cráneo aparezca una
imagen, una escena que unte sobre mi ser un estrato de serenidad, de paz, móvil
viajante, no paz vegetativa. No estado dimensional apático al cual endilgarle
autosugestivamente la etiqueta de paz.
Que
locura. Que es palabra vibracional. Que intensidad vibracional. Que variedad de
sonido, de color. Que palabra de miríadas de interpretaciones. Que palabra
misteriosa, secreta, inaccesible para las verdades lógicas y razonadas.
Inaccesible a todas las verdades. Inaccesible al loco. Inexistente para el
loco, inexistente es también el loco. Que dimensión limbo. Que dimensión
inexistente. Que por lo tanto mi hablar inexistente, que quizá hablo de eso
porque mi ser no siente el calor placentero del flashazo debido a la entrada de la nueva verdad en mi ser. Que
tengo 19 años terrestres. Que siento que creo hechos con los sacudimientos
sensoriales revolucionarios, desbarajustadores. Que me siento capaz de poder
crear un rostro, dos ojos ardientes de dicha. De felicidad, de amor por ser lo
que eres. Que tengo 19 años terrestres y tengo tantas ganas de arrojar mi amor,
mi profundo amor, mi desapasionado amor, mi profundo amor hacia todo lo que me
rodea, que forma parte de mí mismo, que es yo mismo, que procedo conmigo sobre
esta bola de tierra que holgazanamente mueve la cola por un arrabal del
espacio.
Oh
querida. Oh señora muerte
Oh
querida.
Oh
señora muerte.
Oh
serenísima muerte.
Oh
invocada muerte.
Oh
pavorosa muerte.
Oh
indescifrable muerte.
Oh
extraña muerte.
Oh
viva la muerte.
Oh muerte
que es muerte.
Muerte
que marca el alto a esta saeta vibrante.
Que tú
en todos los caminos…
Que tú
en todos los caminos y callejones del mundo, que yo en un manicomio o en una
cárcel de cualquier ciudad del mundo.
Que
dos veces se ha interpuesto esta triste realidad y otras tantas he corrido en
tu mágica y misteriosa casa, el oriente, y las dos veces he vuelto a abrazarte
con todo el amor que tú me enseñaste a tener.
Que
ahora he salido de un manicomio, por tercera vez y por una tercera y forzada separación
de ti, MAMÁ MORFINA. Que estoy seguro, que estoy casi seguro de que pronto
podré abrazarte de nuevo.
Que a
las dos y media del 23 de diciembre de 1970, gente que habla de mi
conversación, conversación sólo mía, que sólo yo y mamá morfina conocemos, que
sólo yo y ella hemos llevado adelante en la conversación de verdades nuevas,
mías y para mí, como la de amar a Giorgio. Como la de dos que buscan en el
cuarto de allá alguien que se personifique en él.
*Traducción de Guillermo Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario