4/6/14

Obras cumbres/ Sergio Ernesto Ríos



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La isla
Apunte sobre la poética de Sergio Ernesto Ríos    

En Argentina, Obras Cumbres designa el nombre de una colección discográfica que reúne, en veinte compilados, los hits de las principales figuras del Rock Nacional: Spinetta, Charly García, Soda Stereo, Los Fabulosos Cadillacs, Sumo, Los Violadores y Virus, entre otros. En el caso del libro de Sergio Ernesto Ríos, el mismo título designa, en cambio, una antología de poemas que sintetiza diez años de producción, desde 2004 a 2014. La referencia en relación al rock se me impone como insoslayable a la hora de pensar la singularidad del libro de Ríos. La conjunción dada por la superposición de nombres permite pensar que Obras Cumbres es un sintagma que no solo encabeza, rotula, marca la entrada de lectura a los poemas en el sentido en que nos informa efectivamente que estamos ante una antología, sino que a su vez el título lleva inscripto la inflexión de un tono y la delimitación de un espacio enunciativo para la poesía.
El tono que de pronto percibo como legible surge del contraste con esas otras Obras Cumbres: por un lado, la música como objeto destinado a un público masivo, producto de una industria cultural que transforma el arte en mercancía; por el otro, la poesía como trabajo artesanal no alienado destinado a circuitos minúsculos de lectores que no son ya aquellos “lectores sin rostro” de los que habla Bourdieu en Las reglas del arte, sino lectores bien concretos, bien específicos: amigos íntimos, ocasionales, familiares, conocidos, vínculos cercanos o lejanos, pero que, en definitiva, entran siempre en relación de proximidad. El tono, entonces, de pronto nos ofrece el destello de un halo paródico: una cumbre que parece estar asociada paradójicamente, por la risa irónica que convoca, al pie antes que a la cima: a la ladera de lo minoritario.
Y entonces irrumpe el problema del espacio enunciativo: como si en el terreno de la poesía ya no hubiera lugar, precisamente, para esas alturas. Y en este sentido, las Obras Cumbres de Sergio Ernesto Ríos se presentan necesariamente como una intervención del espacio poético y sus materiales constitutivos. Así, en el poema “Del fuego que trasciende el fuego lema”, leemos una extensa y profusa enumeración sobre tipos de poemas posibles de los cuales estos versos son apenas una pequeña muestra:

poemas que pierden la cola como una lagartija
poemas que usan la palabra atroz
poemas con ojos de pájaro
poemas de curacaví
poemas del sueño en que shiva golpea con ocho y doce y veinticuatro puños a un vagabundo
poemas de los morochucos
poemas en el hospital dos de mayo
poemas y cartas desde la calle sicomoro
poemas con la palabra yoli
poemas con la palabra iglú vejado rabia levitar incomunicación

Ya el pulso de esa enumeración vertiginosa recuerda aquella clasificación delirante de los animales que aparece en la remota enciclopedia china de “El idioma analítico de John Wilkins”, texto de Borges que convocó la atención y la risa de Michel Foucault en el prólogo a Las palabras y las cosas. En esta enciclopedia, los animales se parecen a esos “poemas” del poema de Ríos, precisamente por el pulso clasificatorio que los hermana a la vez que los divide en: “i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas”. En el texto de Borges, como nos recuerda Foucault, lo monstruoso no es la vecindad sino el espacio común del encuentro: el lenguaje es el soporte de esa heterotopía. Sin embargo, ahí donde Borges retiene la marca de un orden que hace tambalear el Orden (la enumeración alfabética y la precisión exacerbada, y hasta ridícula, de los criterios clasificatorios), en Ríos nos encontramos con que ya no queda ninguna vecindad sino pura precipitación de una cosa sobre la otra, y esas cosas que se precipitan ni siquiera son probables (“poemas que pierden la cola como una lagartija”). Eso: el poema mismo se vuelve un índice de improbabilidad en tanto debe inmolarse para existir.
Y por acá pasa precisamente uno de los efectos de lectura más fuertes de la poética de Ríos: lo críptico del lenguaje poético no equivale a lo oculto, ni siquiera a un rasgo de oscuridad emparentado con el barroco o el surrealismo. Por el contrario, ese encriptarse del lenguaje poético hace aparecer una nueva superficie de inscripción en donde las palabras ya no operan como signos, sino como verdaderos objetos, cosas, que hay que descifrar pero no en un sentido hermenéutico sino como forma de manipular el poema con los ojos, el tacto, la boca y el oído. Leer es, acá, pasar por el poema y llevarse lo incomprensible, una especie de mantra preciado como el que leemos en “las corporaciones de telegramas no son larvas dóciles”:

le dije al Sr. Cavatumbas 
los niños zombis aman a las tortugas
deslizándose en sus jugos gástricos

entierra mi corazón en Varsovia

le dije al Sr. Cavatumbas
sólo si fuera convidado a un día de campo
en el jardín selenita

entierra mi corazón en Varsovia

La sensación que nos interpela cuando leemos la poesía de Sergio Ernesto Ríos es que ya no hay contienda entre sentido y sinsentido, porque lo que queda como resonando en la lectura es una verdad desligada, que se impone casi como un mandato musical, más allá de su significado: “entierra mi corazón en Varsovia”. Punto.
De esta manera, por último, el sentido queda ligado ya no a un efecto de significado sino a una temporalidad, a una duración, como leemos en una de las entradas de “Muerte del dandysmo a quemarropa”: “19.  Los poemas son como diminutas madres-topo desfallecientes dando a luz en una isla que en ese instante declara una ley para exterminar a las madres-topo y sus crías”. Finalmente, la poesía, el sentido que ella representa, aquel que es capaz de producir, irrumpe, en la escritura de Sergio Ernesto Ríos, como el instante de vida previo a la institución de una ley de exterminio. Y de alguna manera nos advierte: no olvidemos que nosotros también estamos en la misma isla.  

Matías Moscardi
Mar del Plata, Argentina
Mayo de 2014